A medida que la conferencia
sobre el clima avanza hacia su fin en París, con el desafío colosal de que 195
países acuerden una política universal contra el cambio climático, las áreas
urbanas surgen como una solución diferente pero complementaria al problema en
todo el mundo.
Las ciudades son las
principales fuentes de gases de efecto invernadero (GEI), de asentamientos de
población y de consumo de energía, los tres factores, sumamente
interconectados, que conducen al calentamiento global. Cuanto más se adentre la
humanidad en el siglo XXI, su relevancia no hará sino crecer.
En la
"COP21 es la primera vez que se reconocerá plenamente las voces de las
ciudades en una conferencia mundial de la ONU sobre el cambio climático, y la
primera vez que los alcaldes se congregarán en gran número para exigir medidas
audaces": Michael Bloomberg.
Por fortuna, las negociaciones
para abordar el cambio climático avanzan más rápidamente en el plano
subnacional – local y municipal – que en el internacional, impulsadas por los
países, como lo demuestran las alianzas mundiales, tanto dentro como fuera del
ámbito de la Organización de las
Naciones Unidas (ONU).
Sin embargo, esas negociaciones
no están en otro planeta y su cartera de soluciones se entrelaza con el destino
de la 21 Conferencia de las Partes COP21) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre
el Cambio Climático, que comenzó el 30 de noviembre en París y concluye el viernes
11.
“La manera en que se tomen las
decisiones como parte del acuerdo, incluida la financiación y la agenda de
soluciones, todas estas decisiones se implementarán en ese nivel subnacional
por lo que son clave para el éxito”, declaró la ministra de Ecología, Energía y
Desarrollo Sostenible de Francia, Ségolène Royal.
La ministra habló durante la
presentación en la COP21 de un plan quinquenal para elevar la acción de
ciudades y regiones que abarcan a los cinco continentes y equivalen a una
quinta parte de la población mundial.
El plan se puso en marcha bajo
la plataforma Agenda de Acción Lima-París, un mecanismo creado durante la COP20
celebrada en 2014 en la capital peruana, como una forma de incluir a los
llamados actores no estatales en la búsqueda de una solución climática.
Su grupo de trabajo incluye
actualmente a más de 2.200 localidades urbanas en todo el mundo, desde la
capital de Mongolia, Ulan Bator, a los bastiones de la globalización, como
Nueva York y Londres, y se suma a esfuerzos anteriores como el del Grupo de
Liderazgo, , o C40.
El Programa de Naciones Unidas para los
Asentamientos Humanos (ONU-Hábitat) señala que las áreas urbanas son
responsables de hasta 80 por ciento de la emisiones mundiales de GEI, y se
calcula que, para mediados de siglo, alojarán a cerca de 70 por ciento de la
población mundial.
Tokio, por ejemplo, emite
hasta 62 millones de toneladas de GEI por año, lo que equivale a las emisiones
de los 37 países menos contaminantes de África.
Su transición a una economía
más ecológica también es una necesidad económica.
Si el mundo no altera la
marcha de su economía, de alto contenido en carbono, deberá invertir 90
billones de dólares, o un promedio de seis billones de dólares al año, en la
infraestructura, la agricultura y la energía de las ciudades en los próximos 15
años, según el informe “ Mejor crecimiento, mejor clima”, de la organización New Climate Economy.
No obstante, el informe añade
que se necesitarían solo 270 mil millones de dólares al año para acelerar la
transición mundial a una economía con bajas emisiones de carbono, por medio de
energía limpia, ciudades más compactas, mejores sistemas de transporte público
y usos de la tierra más inteligentes.
Estas y otras decisiones de
reducción de las emisiones de GEI las tomarán los delegados de los países
presentes en la conferencia en París, pero el trabajo pesado real lo harán los
niveles subnacionales.
En la “COP21 es la primera vez
que se reconocerá plenamente las voces de las ciudades en una conferencia
mundial de la ONU sobre el cambio climático, y la primera vez que los alcaldes
se congregarán en gran número para exigir medidas audaces”, aseguró el enviado
especial de la ONU para las Ciudades y el Cambio Climático, Michael Bloomberg,
durante Ciudades por el Cambio, un evento paralelo en París.
La
COP21 tiene lugar en un momento crucial.
Este año, París sufrió
contaminación que envolvió a la Torre Eiffel en una bruma, y esta semana
Beijing lanzó una advertencia de “alerta roja” por el esmog en la capital china
y procedió a suspender sus actividades para proteger a la población, por lo que
los alcaldes y planificadores urbanos se apresuran para actuar.
La ciudad belga de Gante puso
en marcha proyectos que abordan el cambio climático. En su intervención en un
acto paralelo en la COP21 llamado “Pacto mundial de alcaldes. Hacia ciudades
sin emisiones de carbono e inclusivas”, la alcaldesa Tine Heyset destacó las
políticas climáticas emprendidas localmente.
“La política climática debería
contribuir a reducir las emisiones. Puede contribuir a tener una ciudad
habitable, a la reducción de la pobreza y a mejores viviendas. Las
autoridades locales pueden demostrar que la política climática… no solo es
buena para el clima, sino que también lo es para los ciudadanos”, sostuvo.
Y no solo las ciudades del
Norte industrializado aplican medidas audaces en este sentido. La alcaldesa
Josefa Errázuris, de la localidad chilena de Providencia, también informó
acerca de sus proyectos, como el cambio del alumbrado público a luces con
tecnología LED y la meta de reducción de los GEI a 50 por ciento sobre la base
del nivel de 2014.
“Con el fin de proteger a
nuestra comuna y la sostenibilidad de nuestro territorio, tenemos esfuerzos
para incluir el cambio climático como parte de las políticas”, destacó Errázuris.
Pero
las zonas urbanas también soportan una pesada carga.
Durante su intervención, la
ministra francesa Real mencionó el doble carácter de las ciudades como “los
lugares con más gases de efecto invernadero, pero también donde se necesita una
acción concreta y urgente” para hacer frente a los impactos negativos del
cambio climático.
Un estudio de 2013 publicado en la revista
científica Nature advirtió
que, sin la adopción de mayores defensas o recortes de emisiones, el costo
mundial de las inundaciones en las ciudades podría elevarse a un billón de dólares
por año en 2050, y los perjuicios podrían propagarse a todos los rincones del
planeta.
Como focos donde se concentra
la pobreza, las ciudades carecen de la capacidad de resistencia necesaria para
soportar el cambio climático y sus consecuencias, que por lo general son peores
en las localidades y comunidades más vulnerables.
El informe de la ONU “Perspectivas mundiales de urbanización 2014”
” reveló que 828 millones de
habitantes viven actualmente en barrios marginales, un número al que cada año
se le suman seis millones de personas.
Pero no se trata solo de los
habitantes más vulnerables. Un artículo publicado
en la revista Proceedings of the
National Academy of Sciences afirma que si
el calentamiento global continúa a este ritmo, la mitad de las viviendas en 21
ciudades de Estados Unidos estarán bajo el agua para el año 2100 (Fuente: Diego
Arguedas Ortiz/IPS).
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