lunes, 3 de agosto de 2015

UN MUSEO MOSCOVITA REVELA LA DESCONOCIDA HISTORIA DE LAS MUÑECAS RUSAS


Para muchos turistas, las 'matrioskas' son un recuerdo indispensable de Rusia, pero pocos conocen la verdadera historia de esta muñeca multicolor, que nació en Japón antes de convertirse en un símbolo ruso.

El Museo de Artes Decorativas de Moscú alberga hasta el 13 de septiembre la exposición 'Matrioska: No es un simple juguete', que recorre la historia poco conocida de las célebres muñecas rusas.

Desde las alegres campesinas de la época zarista hasta los obreros y cosmonautas de la era soviética, pasando por Lenin, Stalin o  Vladimir Putin , estas muñecas de madera encajadas unas dentro de otras reflejan desde hace más de un siglo todas las épocas y continúan haciéndolo en las tiendas de recuerdos.

"Prácticamente, cada familia rusa posee al menos una 'matrioska'", explica la conservadora del museo, Elena Titova.

Sin embargo, incluso en Rusia, la gente piensa erróneamente que las 'matrioskas' son el resultado de cientos de años de herencia de torneadores de madera rusos. En realidad, estas figuritas que representan a una mujer robusta con su colorido pañuelo de campesina son originarias de Japón.

A finales de 1890, Oriente estaba de moda en Rusia. Un conocido industrial y mecenas ruso Savva Mamontov trajo de Japón una serie de siete divinidades de la Fortuna. La más grande de ellas representaba a Fukurokuju, el dios de la sabiduría y la felicidad.

Más tarde, el pintor Serguei Maliutin creó una versión rusa del juguete en su taller de artesanía popular en Serguiev Posad, una ciudad del Anillo de Oro, donde se encuentra el famoso monasterio de la Trinidad. El artista representó una campesina feliz que acoge dentro de ella toda su descendencia hasta su recién nacido.

La muñeca se hizo rápidamente muy popular en Rusia y recibió el nombre típico 'matriona' (campesina), cuyo diminutivo es 'matrioska'. En el año 1900, el juguete causó sensación en la Exposición Universal de París, donde ganó una medalla de bronce.

Tras la productivas pero apolíticas campesinas, las 'matrioskas' 'bolcheviques' de los años 1920 representaban a obreros, personajes históricos e, incluso, enemigos del pueblo como el 'kulak' (denominación peyorativa del campesino rico) con una gorra y los brazos cruzados sobre su enorme vientre.

Grandeza soviética y valores familiares

A partir de los años 1930, el estado tomó las riendas de la producción de las muñecas y aparecieron fábricas en varias ciudades rusas.

En el Museo de Artes Decorativas, las muñecas de Chukotka, en el Lejano Oriente, o las fabricadas por esquimales del Ártico ilustran la extensión del imperio soviético.

En la época de la URSS, las 'matrioskas' querían encarnar el internacionalismo soviético y hubo muñecas rusas, ucranianas, bielorrusas y de otras siete nacionalidades.

La conquista espacial generó toda una constelación de muñecas cosmonautas con cascos y escafandras o encajadas en un cohete.

Tras la desintegración de la URSS y la llegada del liberalismo, las 'matrioskas' pasaron a representar a los políticos de turno. Las actuales tiendas de recuerdos de Moscú venden tanto caricaturas de Lenin, como de Vladimir Putin o de Barack Obama.

En su versión más tradicional, estas figuras, con su encanto atemporal, una silueta sólida y un rostro sereno son actualmente un símbolo en Rusia porque "encarnan el estilo ruso y el carácter nacional", apunta Titova.

La 'matrioska' encierra en su interior una idea extendida entre los rusos de que la verdad se esconde detrás de las apariencias, como en los cuentos rusos.

En la escuela, los rusos de 12 años aprenden también que las 'matrioskas' de su infancia "simbolizan de hecho el carácter ruso, el alma rusa, los valores básicos rusos: maternidad, familia, colectivismo, unidad y calor humano", según una guía para profesores de Ciencias Sociales (Fuente: AFP).

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