Por: César Vallejo
Se bebe el
desayuno…húmeda tierra
de cementerio
huele a sangre amada.
Ciudad de
invierno…La mordaz cruzada
de una carreta
que arrastrar parece
una emoción de
ayuno condenada!
Se quisiera
tocar todas las puertas
y preguntar por
no sé quién; y luego
ver a los
pobres, y llorando quedos,
dar pedacitos de
pan fresco a todos.
y saquear a los
ricos sus viñedos
con las dos
manos santas
que a un golpe
de luz
volaron desclavadas
de la cruz!
Pestaña matinal,
no os levantéis!
¡El pan nuestro
de cada día dánoslo,
Señor…!
Todos mis huesos
son ajenos;
Yo tal vez los
robé!
Ya vine a darme
lo que acaso estuvo
asignado para
otro;
y pienso que, si
no hubiera nacido
otro pobre
tomara este café!
Yo soy un mal
ladrón…A dónde iré.
Y en esta hora
fría, en que la tierra
Transciende a
polvo humano y es tan triste,
Quisiera yo
tocar todas las puertas,
Y suplicar a no
sé quién, perdón,
Y hacerle
pedacitos de pan fresco
Aquí, en el
horno de mi corazón!
(*) Tomado del libro “Obras poéticas” de César Vallejo, publicado
en Lima, si fecha de edición.
Rincón literario de URPI para los que inspiran sus
acciones en la lectura.
Boletín virtual de los sábados.
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