“Era un buen negocio” cuando se tomó la decisión,
pero la situación cambió. La explicación para la compra de una refinería
estadounidense en 2006, uno de los escándalos petroleros que atormentan el
gobierno de Brasil, sirve también para la Copa Mundial de la FIFA.
En 2007, la elección de Brasil como sede de la Copa
2014 de la FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociado) generó euforia
nacional. El mega evento coronaría el ascenso económico de esta potencia
emergente que ha sido más veces campeón mundial de fútbol, con cinco triunfos
en sus 18 ediciones.
Ahora, en lugar de fiestas de bienvenida al torneo
que se desarrollará entre el día 12 de este mes y el 13 de julio, pululan
protestas que paralizan metrópolis, huelgas por aumentos de salarios, denuncias
de corrupción y de derechos violados en las obras para el Mundial.
El país del fútbol y la alegría niega su
estereotipo.
En Río de Janeiro, escasas calles adornadas de
verde y amarillo, los colores de la selección nacional, contrastan con las
masivas movilizaciones de otros mundiales. El entusiasmo bajó justo cuando
Brasil es anfitrión del mayor acontecimiento deportivo del mundo.
La indignación de los brasileños irrumpió en junio
de 2013, con sorpresivas y violentas protestas contra los malos servicios de
salud y educación, el caos urbano, la corrupción y los gastos de la Copa.
Temiendo nuevos actos callejeros, el gobierno
ordenó el despliegue de 157.000 militares y policías, para la seguridad de los
partidos que se desarrollarán en 12 ciudades de este país de dimensiones
continentales y casi 200 millones de personas.
Pero la desafección futbolística “es una tendencia
que viene de las tres últimas Copas”, observó Paulo Santos, peluquero desde
hace 40 años en un barrio tradicional de Rio de Janeiro, que escucha la opinión
de centenares de clientes, en una encuesta informal permanente.
La Copa en casa debía reavivar la pasión de los
aficionados. “Hacen la fiesta con dinero ajeno, el nuestro”, resumió Santos,
corroborando la percepción generalizada de corrupción, despilfarro de recursos
públicos y codicia de la FIFA.
Los sondeos también captaron la desmovilización. En
febrero, solo 52 por ciento de los entrevistados por el instituto Datafolha
eran favorables a organizar la Copa, frente a 79 por ciento en 2008.
La encuesta más reciente, limitada a la sureña
ciudad de São Paulo, apuntó 45 por ciento de los entrevistados a favor y 43 por
ciento en contra. El resto se dijo indiferente. Peor es que una abrumadora
mayoría, 76 por ciento, consideró al país no preparado para acoger el maratón
de 64 partidos entre 32 selecciones nacionales.
Muchos de los proyectos previstos, especialmente de
movilidad urbana, no se cumplieron o quedaron incompletos. Algunos de los 12
estadios tuvieron su construcción o reforma concluida a última hora, sin
algunos acabados y sin pruebas. La mitad carece de conexión inalámbrica a
Internet.
Atrasar obras es una tradición en Brasil. Ocurrió
igual en la primera Copa Mundial disputada en Brasil en 1950. El principal
estadio, el carioca de Maracaná, se inauguró días antes, entre el fango y los
desechos de la obra.
Era el mayor estadio del mundo. Diseñado para
155.250 espectadores, se estima que acogió a más de 200.000 en el partido
final. Ahora, reformado y lujoso, puede recibir solo 74.689 personas.
La megalomanía actual es distinta. Brasil está
enredado desde la década pasada en la construcción de numerosas hidroeléctricas,
ferrocarriles, puertos y carreteras, en un intento de superar el déficit de
infraestructura acumulado en las dos décadas perdidas precedentes.
La mayoría de los grandes proyectos lleva años de
atraso. El principal ferrocarril, un eje norte-sur de 4.155 kilómetros, está en
construcción hace 27 años, con un tercio de rieles instalados.
A ese rezago se sumaron las obras de la Copa en 12
ciudades y de los Juegos Olímpicos de 2016 en Rio de Janeiro, que no admiten
aplazamientos.
La presión del plazo pudo ser un factor de los
accidentes, que causaron la muerte de nueve obreros en los estadios de la Copa,
siete de ellos empleados de empresas subcontratadas.
La multiplicación y la concentración de
trabajadores en grandes obras diseminadas por el país empoderó a los obreros de
la construcción. Tras numerosas huelgas, obtuvieron aumentos salariales y
beneficios como visitas familiares más frecuentes para los alejados del hogar.
Pero las condiciones de seguridad siguen precarias
y los accidentes se repiten, casi siempre por falta de medidas de protección
colectiva, como las ambientales y andamiajes seguros, señaló Vitor Filgueiras,
economista que investiga el tema en su postdoctorado.
La tercerización, “una forma de transferir
riesgos”, agrava el cuadro de trabajo inseguro e incluso análogo al de la
esclavitud, arguyó.
La Copa fue foco común de todas las protestas y
huelgas recientes, de estudiantes, profesores y conductores de autobuses. Pero
el apoyo popular a las marchas y batallas callejeras decayó notablemente, según
las encuestas, para suerte del gobierno de Dilma Rousseff.
Hace un año, 54 por ciento de los entrevistados por
el Instituto Vox Populi aprobaban las protestas, ahora solo 18 por ciento. Eso
disminuye el riesgo de actos masivos, pero grupos de decenas de activistas
paralizan actualmente ciudades, en una especie de guerrilla favorecida por la
congestión urbana permanente.
Además las elecciones presidenciales y legislativas
de octubre politizan el fútbol. La Copa y el gobierno están vinculados para la
opinión pública. Un fracaso brasileño, en los estadios o en la organización,
fabricaría votos opositores.
La presidenta sigue como favorita a la reelección,
pero el fútbol ganó peso electoral, sumándose a otras iniciativas
gubernamentales que también parecían buenas cuando se adoptaron, y ahora ya no.
Por ejemplo, la compra de la refinería de Pasadena,
en Estados Unidos, impulsaría la expansión internacional de la petrolera
estatal Petrobras y le permitiría refinar su crudo pesado.
Pero la adquisición costó el triple del contrato
inicial de 360 millones de dólares y perdió importancia porque Brasil aumentó
su producción de petróleo liviano. El caso está bajo investigación de órganos
de control y amplificó otros escándalos de Petrobras.
Medidas para abaratar la electricidad en 2012 y
beneficiar a la industria y a la población, también se revelaron un desastre.
Estimuló el consumo cuando una prolongada sequía redujo la generación
hidroeléctrica, desencadenando una crisis energética, con amenaza de apagones.
El descontento, fomentado asimismo por inflación
elevada y bajo dinamismo económico, contagió la Copa, ya afectada por factores
propios. Las exigencias de la FIFA crearon “un estado de excepción”, escribió
Lygia Cavalcanti, una jueza del Trabajo, en la revista de la Asociación Jueces
para la Democracia.
Brasil aceptó “la suspensión temporal” de su
ordenamiento jurídico para acoger el Mundial, explicó.
Se prohibió el comercio en dos kilómetros alrededor
de los estadios, se desplazaron residentes y se recurre al trabajo de 18.000
voluntarios, cuando la ley solo admite el voluntariado para instituciones
culturales, cívicas o asistenciales, sin fines de lucro.
Además, la FIFA logró registrar excepcionalmente
como sus marcas exclusivas, durante este año, cerca de 200 palabras,
expresiones y símbolos de uso común. Muchos nombres con el número de este año,
como “Brasil 2014” o “Natal 2014”, solo pueden emplearse comercialmente pagando
derechos a la FIFA.
La excesiva mercantilización llevó a la FIFA a
cobrar 28.000 reales (12.500 dólares) de la Asociación Recreativa y Cultural
del Alzirão, que desde 1978 promueve una fiesta callejera en Rio de Janeiro,
exhibiendo en una gigantesca pantalla los partidos de la selección brasileña en
la Copa.
Alzirão debería pagar por derechos de imagen, ya
que su evento se convirtió en un espectáculo con más de 30.000 personas
diarias. Un pedido del alcalde Eduardo Paes convenció a la FIFA de eximir la
celebración sin fines lucrativos, informó Ricardo Ferreira, presidente de la
Asociación.
La movilización para la Copa “estuvo tibia, pero
empieza a calentarse”, evaluó Ferreira en vísperas del comienzo del torneo. Un
triunfo de Brasil en el partido inaugural en el Arena Corinthians de São Paulo
podrá alentar la población y restablecer la alegría del fútbol, sostuvo
(Fuente: IPS).
No hay comentarios:
Publicar un comentario