Aun cuando no he nacido en Venezuela, siento respeto, afecto y
agradecimiento hacia esa Nación y su gente. Por eso considero oportuno esbozar
una opinión acerca de la situación que actualmente atraviesa el hermano país.
Entiendo perfectamente que la posición por mí expresada no ha de satisfacer a
algunos, pero eso no es de extrañar. Es precisamente la intransigencia, lo que
define a los grupos en pugna, gobierno y oposición.
Estas dos facciones políticas han tenido, cada una en su momento, la
oportunidad de servir realmente al país, pero han fallado, tal vez porque cada
una ha preferido servir a sus propias agendas, fracasando en el intento de
integrar al país mayoritario.
Es quizás por esa razón que los argumentos que
esgrimen los representantes de ambos bandos, suenan demagógicos a los oídos
independientes. Ninguno de los dos posee realmente el apoyo mayoritario, de
allí la parálisis.
Ambos argumentos poseen un pedazo de la verdad, pero ambos se rehúsan a
unirlos para crear el terreno común que permita concertar una propuesta para
todos los venezolanos.
El país está tristemente polarizado y por eso
hoy Venezuela duele. La aparente ausencia de una solución se debe a la
falta de un liderazgo que establezca un propósito de lucha que unifique al
país, en lugar de dividirlo.
Si estás a favor de la oposición, eres un burgués parásito, agente de la
CIA, vendido al Imperio. Si favoreces al gobierno eres un comunista, maleante,
vendido a Cuba y a los Castro. Ninguna de estas definiciones habla de Venezuela
y de su necesidad.
Sólo pintan el odio y la
expectativa personalista de quien esgrime el argumento, impidiendo la
posibilidad de un diálogo inteligente y patriótico.
El gobierno ha fallado monumentalmente en la tarea de la administración
pública y ha despilfarrado de manera insólita e irresponsable, un caudal
económico único en la América Latina. Intenta
consolidarse cambiando leyes y ajustándolas a su argumento ideológico,
censurando de paso a quienes no opinan o acatan la línea que pretende imponer.
Maduro, de quien se dice es heredero de a dedo y con apoyo derivado, no
parece poseer la suficiente claridad, sagacidad y manejo que requiere un mandatario para dirigir un país
tan complejo.
Capriles, por otro lado, no tiene el carisma ni el planteamiento
programático que convenza a la enorme cantidad de escépticos e independientes,
sin mencionar al sector popular que lo identifica como heredero de las
políticas rapaces de los Adecos y Copeyanos de antaño, descalificándolo como
opción. Esa falta de confianza en su persona, parece impedirle ganar el apoyo
de otros sectores que ya no gustan del actual gobierno y sus ejecutorias.
La necesidad de nuevos protagonistas que planteen una agenda objetiva y
patriótica, no demagógica o ideológica, es vital en estos momentos. Por eso
iniciativas como la de los estudiantes, la formación de grupos verdaderamente
independientes, puede resultar el inicio de un movimiento que permita a la
razón nacional, superar la rabia partidista y el odio de clases.
En Panamá ocurrió algo semejante. Recuerdo que en el tiempo de la
dictadura de Noriega, algunos grupos de la oposición al régimen me atacaron por
no unirme a ellos. Incluso llegaron a acusarme falsamente de apoyar al
dictador, e incluso de formar parte del gobierno militar.
Imagino que en igual situación se encuentran muchos venezolanos que
rehúsan participar incondicionalmente, o se niegan a endosar las exageraciones,
calumnias, frases panfletarias y demás formas con las que la politiquería
tradicional pretende conquistar adeptos, tácticas que tanto gobierno como
oposición, han utilizado ayer y hoy.
A estas alturas, me resulta verdaderamente incomprensible cómo ha
ocurrido que un país con tanto recurso natural y humano, con tanta calidad,
nobleza y talento, se encuentre hoy sumido en una situación tan precaria, sin
lograr comprender que cuando se cae en un hoyo, lo primero que se tiene que
hacer para intentar salir, es dejar de cavar. Por esa razón, en estos momentos
confío más en las posibilidades del argumento de los estudiantes, que en los de
gobierno y oposición.
Con el cariño y respeto que le tengo a ese pueblo, me atrevo a sugerirle
a los muchachos que preparen sus argumentos con objetividad, que se entreguen a
la tarea de convencer a sus padres y vecinos, a lo largo y ancho de Venezuela,
que se organicen al margen de la división estéril creada por gobierno y
oposición, y hagan esos resultados públicos. Actúen con la madurez y capacidad
demostrada por los músicos de El Sistema, carajitos claros.
Ojalá que logren sentar las bases para la discusión del país que puede
ser, y no el que hoy pretenden forzar dos bandos en conflicto de intereses. Que
no les obliguen a escoger entre alternativas como el cáncer o el ataque al
corazón. Que los estudiantes del país, desde El Guajiro hasta Cumaná, planteen
su agenda de vida y se la presenten a los dos grupos que hoy se debaten en
pugna por el Poder. Díganles cuál es el país que quieren, y aclaren que no
aceptarán como únicas alternativas, las propuestas por los dos bandos en
disputa.
No existe ninguna duda de que el presidente Maduro, como Jefe del Estado
venezolano, debe hacerse responsable por la seguridad e integridad física del
Sr. Leopoldo López, y de la misma manera, de todos los que en su legítimo
derecho político, participen en las protestas. Pero también es necesario que
los manifestantes no desaten la violencia. Deben argumentar en forma pacífica;
el que tiene la razón no necesita gritar, o pegarle al otro para validar lo que
dice.
Algunos pensarán que me inmiscuyo en asuntos que como panameño no me
incumben. Me permito hacerlo por el afecto y apoyo que los venezolanos me han
entregado durante más de 40 años, haciendo suyas la música y letra de mis
canciones. Por esa entrega, los venezolanos están condenados a mi cariño y a mi
respeto.
Viva Venezuela!
Rubén Blades
18 de Febrero, 2014.
(Fuente: Redes sociales. Foto:
Internet).
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