Irrumpieron masivamente en los
centros comerciales para divertirse. Pero la respuesta, una mezcla de temor,
admiración y dura represión, hizo surgir en Brasil un nuevo movimiento juvenil,
el de los “rolezinhos”.
En la jerga juvenil brasileña,
“rolar” significa salir con amigos, y la convocatoria a estos paseos masivos se
transformó en un movimiento revolucionario, para algunos, o espejo del deseo
consumista de la clase media emergente, para otros.
Surgieron en diciembre, cuando
unos jóvenes convocaron por Facebook a un rolezinho (salidita) por un centro
comercial de la sureña São Paulo “para que ‘role’ algo divertido”, en un país
donde el entretenimiento y la cultura son caros. Concurrieron unos 6.000
jóvenes.
La represión policial y el
temor del gobierno de Brasil, que acogerá en junio y julio la Copa Mundial de
la FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociado), extendieron los
rolezinhos a otras ciudades.
“Vinimos para mostrar que el
joven pobre puede consumir”, explicó a IPS el estudiante de geografía Iata
Anderson, cuando los rolezinhos se convocaron el 19 de enero frente al lujoso
Shopping Leblon, de Río de Janeiro, y provocaron el cierre preventivo del
establecimiento, pese a la escasa afluencia.
Anderson, como muchos otros
rolezinhos, tiene menos de 20 años y, pese a vivir en una “favela” (barrio
pobre), representa una nueva clase media brasileña, que estudia en una
universidad pública y accede a Internet, al crédito y al poder de compra,
gracias a una década de gobiernos izquierdistas, de Luiz Inácio Lula da
Silva (2003-2011) y de la actual mandataria Dilma Rousseff.
“Vine a apoyar a los
rolezinhos de São Paulo, a los que reprimen con gases y zurras de la policía.
Solo pasa porque son negros de la periferia, que no cuadran con el patrón de
lujo y sofisticación de los shoppings”, analizó. Los brasileños usan la
denominación inglesa “shopping center” para centro comercial.
El 11 de enero, la policía
militarizada enfrentó con balas de goma y gas pimienta a unos 1.000 rolezinhos
en un centro comercial de la periferia paulista. Hubo 60 arrestos.
La Asociación Brasileña de
Centros Comerciales aseguró que estos son “espacios democráticos que atienden a
personas de todos los perfiles sociales y de diferentes edades” y que “acogen
la diversidad y la inclusión social, muchas veces en regiones con escasas
opciones de entretenimiento”.
También son “punto de
encuentro de la mayoría de los jóvenes”, añadió.
Por eso, para el sociólogo
Ignacio Cano, del Laboratorio de Análisis de Violencia de la Universidad de Río
de Janeiro, “fue desproporcionada” la represión e incluso el cierre de los
centros para evitar a los rolezinhos.
“Va contra la tendencia histórica
de los shoppings, templos de consumo y ahora además centros de diversión, que
atraen cada vez a más gente diversa, compre o no, y últimamente acogen
servicios públicos”, dijo a IPS.
El sociólogo teme que los
centros comerciales pierdan su vocación “universalista” para volverse “más
elitistas”.
Pero muchos ya sufrían esto.
“Si uno es negro en un
shopping, enseguida vienen atrás los de seguridad, pensando que uno va a
robar”, relató a IPS el auxiliar de carga Diego Meier, quien calificó esos
establecimientos como “lugares de la burguesía y del capitalismo”.
“A veces soy mal atendido y
observo que los negros son los de seguridad o los que limpian los baños.
Tenemos que tener los mismos derechos, independientemente del color, de la
clase social o del poder adquisitivo”, añadió Anderson, afrobrasileño como
Meier.
La propia presidenta Rousseff
criticó la represión y el prejuicio contra los jóvenes pobres.
Su ministra de Estado para las
Políticas de Igualdad Racial, Luiza Bairros, argumentó que los rolezinhos
realizan “manifestaciones pacíficas” y que no debe asociarse que sean negros
con el delito, como es habitual.
“Los problemas surgen cuando
blancos… se asustan con la presencia de esos jóvenes”, puntualizó.
“El shopping es una novedad.
Queremos conocer un lugar al que solo accedían las clases altas”, agregó a IPS
el estudiante de informática Waldei Teixeira.
En Brasil la clase media y
alta vincula la afluencia masiva de jóvenes pobres y negros a espacios públicos
como las playas, a los “arrastrones” (tumultos para robar).
Pero los rolezinhos no
saquean, ni roban, ni destruyen.
“Hay mucho más tumulto en los
shoppings durante las compras navideñas. ¿Acaso eso compromete la seguridad del
shopping?”, inquirió Anderson.
Pero lo que nació como una
diversión colectiva evolucionó mayormente por la represión, que “genera un
objetivo político, porque al sentirse desafiados los jóvenes intentan romper
esas prohibiciones”, analizó Cano.
El mundial de fútbol y las
elecciones presidenciales de octubre convierten a los rolezinhos en un
instrumento político, dijo a IPS el periodista y ex diputado del Partido Verde,
Fernando Gabeira.
“Pequeños movimientos pueden
transformarse en grandes movimientos, como ocurrió en junio” de 2013, cuando
estallaron grandes protestas contra el aumento del pasaje de transporte
público, la corrupción y en demanda de mejoras en salud y educación, recordó.
Inicialmente, los rolezinhos
“tenían el argumento de la democratización del espacio o de disfrutar de la
belleza de los shoppings, para los que se la vean”, dijo Gabeira. Ahora cada
quien pone al fenómeno “sus deseos políticos e ideológicos”, opinó.
Para organizaciones sociales y
de izquierda, los rolezinhos expresan descontento popular o lucha contra la
discriminación.
Desde el gobierno, en cambio,
los consideran “expresión del dinamismo, de la movilidad social y de los
cambios que caracterizan a la sociedad brasileña en los últimos años”.
Esa movilidad se expresó
mediante el deseo consumista de este nuevo “nicho de mercado”, al que
paradójicamente apostaron también los centros comerciales. Una nueva clase
media ávida de celulares, computadoras, televisores de última generación o
buena ropa.
Para Gabeira, los rolezinhos
reclaman que, como parte de una sociedad de consumo, también tienen derecho a
consumir.
La transformación de una clase
social hasta hace poco sin futuro, en otra que tiene sueños, se expresaba ya en
la música a todo volumen que escuchan jóvenes como los rolezinhos en los
centros comerciales.
El “funk ostentación” muestra
en letras y videos que el camino a la felicidad es el ascenso social, marcado
por la posesión de bienes de lujo y, después de poseerlos, el acceso a mujeres
rubias.
“Ese tipo de funk ya anunciaba
el fenómeno de los rolezinhos. Muestra un deseo de integrarse socialmente,
consciente o inconsciente. Pero también es parte de su cultura”, observó a IPS
el estudiante de cine Gonzalo Gaudenzi, que siguió el surgimiento del género.
El funk brasileño (inspirado
en el rap estadounidense) surgió en las periferias urbanas con letras sobre
temas cotidianos como el narcotráfico, las drogas, la represión policial o el
sexo.
Pero con el bienestar social,
pasó a reflejar las aspiraciones de muchos de los 30 millones que salieron de
la pobreza en este país de casi 200 millones de habitantes, gracias a un modelo
económico que adopta el consumo interno como trampolín hacia el crecimiento.
“Si la música que escuchan
todo el día les dice que para conseguir las mejores mujeres y estatus social
hay que tener los mejores autos, ropas, relojes, aunque no los puedan comprar
quieren estar cerca de ese mundo, sentirlo. ¿Y dónde se consigue eso?, en los
shoppings”, sintetizó Gaudenzi (Fuente: Fabiana Frayssinet/ IPS).
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