Lo peor de la catastrófica
derrota de Brasil ante Alemania es que
fue algo que se veía venir y que nadie pudo impedir.
Brasil jamás dio la impresión
de que tenía el equipo ni la personalidad como para pelear el trofeo de la Copa
Mundial en casa que tanto exigía su afición. Y los hechos le dieron la razón a
quienes pronosticaron un final amargo, aunque pocos hubiesen adivinado
semejante humillación como la paliza 7-1 que le propinó Alemania el martes en
semifinales.
La derrota en el estadio
Mineirao empezó a gestarse con la selección de jugadores que hizo el técnico
Luiz Felipe Scolari, que había sacado campeón a Brasil en el 2002. Felipao armó
un equipo en el que se le dio prioridad a la marca y con poco talento arriba,
que dependió excesivamente de la magia de Neymar. Fue un equipo previsible, que
no sorprendía y al que le costaba ganar partidos.
Sorteó sin problemas la fase de grupos, aunque sin poder
ganarle a México, con el que empató 0-0. Chile forzó un alargue en los octavos de final
y casi deja afuera de la competencia a los locales a un minuto del final, en
que Mauricio Pinilla estrelló un tiro en los maderos, para luego perder por
penales. Y en los cuartos de final los brasileños le ganaron a Colombia tras
moler a los cafeteros a patadas. Con 96 infracciones, Brasil fue de lejos el
equipo que más faltas cometió en los cinco primeros partidos.
El talento de Neymar fue lo
que sacó adelante a la verdeamarela. Neymar anotó cuatro goles y fue el
principal referente del ataque brasileño, por no decir el único. Hulk se aplicó
más a la marca que a atacar y Fred estuvo aislado arriba, sin nadie que lo
abasteciese de balones, ya que la estructura armada por Felipao no contemplaba
circuitos creativos.
El equipo pareció desmoronarse
al quedarse sin Neymar, quien se rompió una vértebra ante Colombia.
Su ausencia y la del capitán
Thiago Silva, suspendido ante Alemania por doble amonestación, generaron un
enorme vacío no solo de talento sino psicológico, por todo lo que
representaban. Thiago Silva era el caudillo del conjunto, Neymar el salvador,
el que con sus dotes amedrentaba a los rivales y ganaba partidos él solo.
La presión de todo un país que soñaba con ganar un sexto
título mundial y con vengar de algún modo la derrota ante Uruguay en el
Maracanazo de 1950, por otro lado, parecieron ser una carga demasiado pesada
para los jugadores, como se hizo evidente en los estallidos emocionales que
tuvieron tras la sufrida victoria por penales ante Chile en los octavos de
final. La mayoría de ellos lloraron a lágrima partida, algunos incluso antes de la ejecución
de los penales. Y a lo largo del torneo la psicóloga del plantel visitó tres
veces la concentración para hablar con los jugadores y tratar de serenarlos.
Brasil llegó así muy golpeado
a su partido contra una Alemania sólida, dirigida desde hace ocho años por el
mismo técnico, Joachim Loew, que impuso un juego de toque, letal en ataque y
firme en la defensa.
Felipao, criticado por pensar
más en defender que en atacar, hizo jugar al delantero Bernard por Neymar y la
estrategia no funcionó. Ausente Neymar, Brasil no fue capaz de inquietar el
arco brasileño y perdió la compostura al quedar tempranamente en desventaja.
Sin Thiago Silva, se vino
abajo también la zona defensiva, que sucumbió mansamente al toque de Alemania
(Análisis la actuación de Brasil en el mundial por Pablo Elías Giussani,
Associated Press).
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