Por: Misly Ruiz Cosavalente
A la salida de Ascope, camino de Facalá, hay un cerro
denominado San Bartolo, cerca de la laguna Atahualpa llamada antiguamente El
Pozo.
En el cerro como en la piedra que está en el camino a
Sanme hay un pedrón que tiene la huella (parece fósil) de un pie humano y la de
algunos dedos que da la impresión de haber pertenecido a una persona que
hubiese caído de un salto – no muy seguro – de manera que sólo pudo afirmar una
de las “plantas”.
Parece que hace muchos años, pero muchísimos años, San
Bartolomé anduvo por el valle, no se sabe con certeza con qué fines y, como era
de esperarse, se encontró con el diablo que comenzó a tentarlo de mil maneras.
Llegaron sin duda a ser – aunque desconfiando
recíprocamente – un poco camaradas. Se entretenían en apostar carreras, jugar
el salto y saber quién se guindaba con mayor precisión una paloma voladora o
una liebre corredora.
Por fin el rabudo, cansado de estos ajetreos y
deseando acabar con el santo – que no lo dejaba hacer con libertad sus
diabluras – propuso una carrera definitiva; quedando San Bartolo, si perdía,
comprometido a atizar hogueras en el infierno. Partieron de Gasñape en una
especie de maratón formidable, pero en la casa hacienda de ese lugar se cansó
de correr el santo y dio tal brinco que cayó – aunque resbalándose y con
peligro como aparece de las huellas – en el lugar que desde entonces, sin duda
como recuerdo de la hazaña, lleva tan místico y deportivo nombre.
Quiso el diablo igualar al santo pero, no obstante que
su salto fue considerable, no tomó tal vez la viada necesaria y cayéndose en el
río se ahogó…Todavía en la piedra está la huella olímpica del triunfo del
santo, y cuando el río se enfurece no falta quien ve agitándose la cola del
diablo. De Gasñape a San Bartolo hay siete kilómetros, lo que es bicoca
tratándose de un salto aunque sea de un huésped de San Pedro. Parece, además,
que desde que el diablo cayó en el río no ha podido salir de él y se entretiene
agitándolo unas veces y otras influyendo
en los hacendados que hagan por él sus diabluras con las aguas de regadío.
(*) Versión oral de
una leyenda narrada por Misly Ruiz
Cosavalente, estudiante de 16 años de edad, natural de Ascope, consignada en el
libro Tradición oral del departamento de La Libertad (Perú), publicado por
CONCYTEC el año de 1990.
Rincón literario de URPI para los que inspiran sus
acciones en la lectura.
Boletín virtual de los sábados.
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