“Somos víctimas del progreso”,
se lamenta Osmar Santos Coelho, alias Santico. Su comunidad pesquera
desapareció, desalojada para construir un puerto en la bahía de São Marcos, al
borde occidental de la capital del estado de Maranhão, en el Nordeste de
Brasil.
El terminal marítimo de Ponta
da Madeira, en operación desde 1986, fortificó la influencia de su propietaria,
la empresa minera Vale, en la ciudad de São Luis. De aquí se exportan
actualmente más de 110 millones de toneladas anuales de mineral de hierro,
consolidando un corredor logístico decisivo para el desarrollo económico local.
Al puerto llegan los trenes de
la compañía. Su función primordial es transportar la producción de Carajás,
gigantesca provincia minera de la Amazonia oriental que convirtió a Vale en
líder mundial en hierro. De aquí sale también buena parte de la soja cosechada
en el centro-norte de Brasil.
Al lado, una planta de Vale
convierte en pellas (esferas) parte del mineral.
Estas actividades generan
miles de empleos, especialmente en su área de influencia directa,
Itaqui-Bacanga, un conjunto de 58 barrios en el suroeste de São Luis.
Los jóvenes los anhelan por la
buena remuneración y la política de recursos humanos de Vale, heredada de su
larga vida como empresa pública (1942-1997), que asegura estabilidad a sus
trabajadores. A un empleado “solo lo despiden si hace muchas tonterías”, confió
a IPS un ejecutivo.
Buques demasiado grandes para China
Los 23 metros de profundidad de Ponta da Madeira permiten fondear a los Valemax, los buques mineros más grandes del mundo, con capacidad de 400.000 toneladas, en operación desde 2011.
China, principal cliente del hierro de la empresa Vale, sería el principal destino de estos megabarcos, pero los vedó en sus puertos por tamaño excesivo. Eso pese a que un astillero chino está construyendo 12 de esos buques para el líder mundial en extracción de hierro. Corea fabrica otros siete.
La meta de Vale es tener 35 Valemax, 16 alquilados. Su gran escala abarata costos y le ayuda a competir con Australia, otra potencia minera y más cercana al gran mercado asiático. Además, esos buques gigantes reducen en 35 por ciento la emisión de gases de efecto invernadero por cada tonelada de mineral transportado, destaca la segunda transnacional minera del mundo.
Para afrontar la prohibición china, la empresa usa estaciones de transferencia en Filipinas y pronto contará con un centro de distribución en Malasia, para transbordo a buques menores. Dos puertos brasileños y seis foráneos reciben los Valemax actualmente.
Los 23 metros de profundidad de Ponta da Madeira permiten fondear a los Valemax, los buques mineros más grandes del mundo, con capacidad de 400.000 toneladas, en operación desde 2011.
China, principal cliente del hierro de la empresa Vale, sería el principal destino de estos megabarcos, pero los vedó en sus puertos por tamaño excesivo. Eso pese a que un astillero chino está construyendo 12 de esos buques para el líder mundial en extracción de hierro. Corea fabrica otros siete.
La meta de Vale es tener 35 Valemax, 16 alquilados. Su gran escala abarata costos y le ayuda a competir con Australia, otra potencia minera y más cercana al gran mercado asiático. Además, esos buques gigantes reducen en 35 por ciento la emisión de gases de efecto invernadero por cada tonelada de mineral transportado, destaca la segunda transnacional minera del mundo.
Para afrontar la prohibición china, la empresa usa estaciones de transferencia en Filipinas y pronto contará con un centro de distribución en Malasia, para transbordo a buques menores. Dos puertos brasileños y seis foráneos reciben los Valemax actualmente.
Además, Vale multiplicó la
oferta de empleos temporales en la ampliación del puerto y la duplicación del
tendido ferroviario, con el fin de doblar las exportaciones mineras desde 2018.
Por estos y otros proyectos
locales, la economía del conjunto de barrios aledaños está en auge, apuntó
George Pereira, secretario de la Asociación Comunitaria Itaqui-Bacanga (ACIB).
Entre otras iniciativas, se instalan aquí tres plantas, de celulosa, cemento y
fertilizantes, junto con una central termoeléctrica a carbón.
Unos 55 kilómetros al sur, la
empresa petrolera estatal Petrobras construirá en el municipio de Bacabeira la
refinería Premium I, que cuando se inaugure en 2018 será la mayor de Brasil. La
obra se licitará en abril y que en su apogeo empleará a 25.000 trabajadores,
según la compañía.
El auge de empleos activa el
consumo, el comercio y los servicios, “pero no es el desarrollo que queremos”,
con “más dinero en el bolsillo pero sin agua para beber, por los ríos
contaminados”, evaluó Pereira.
Faltan saneamiento, agua
potable, transporte, maestros y médicos, mientras sobran violencia, drogas y
prostitución en los barrios, cuya población creció aceleradamente, señaló. Ya
son cerca de 200.000 habitantes, y serán más con dos nuevos barrios en
construcción, acotó.
Ante esa realidad, Vale “hace
buenas acciones, pero aisladas, sin programas transformadores de desarrollo
territorial”, criticó. Las prioridades, apuntó, son educación y saneamiento.
Irónicamente, la asociación
que critica y presiona a Vale es su criatura. Surgió por una inversión social
de la empresa, exigida por el estatal Banco Nacional de Desarrollo Económico y
Social como condición para financiar la planta de pellas.
La ACIB, dirigida por
representantes de los cinco sectores que componen Itaqui-Bacanga, fue creada
hace 10 años para movilizar a la población a favor de un proyecto de limpieza
urbana. Su funcionamiento y su sede, un edificio de dos pisos, se financian con
aportes de Vale, explicó Pereira.
Entre las numerosas acciones
sociales de la empresa, algunas se destacan por sus efectos, como la ampliación
del Centro de Educación Profesional de Itaqui-Bacanga, una escuela del Servicio
Nacional de Aprendizaje Industrial (SENAI).
Este año, el Centro brinda
educación técnica a 10.000 alumnos, el doble de 2013 y cinco veces más que en
2010, gracias a 14 nuevas aulas y cinco laboratorios.
Una asociación similar de Vale
y el SENAI sostiene otros tres centros a lo largo del corredor entre Carajás y
São Luis, informó a IPS la gerente de recursos humanos de la transnacional
minera, Janaína Pinheiro.
En 2013, el SENAI adiestró a
65.000 alumnos en Maranhão, frente a los 10.000 de una década atrás, observó a
IPS su director estadual, Marco Moura.
En São Luis la
industrialización se concentra en torno a los puertos de la bahía de São
Marcos. Vecino a Ponta da Madeira, opera desde los años 70 Itaqui, un puerto
estatal para todo tipo de carga, que este año añadirá su Terminal Granero para
la exportación de soja y maíz de las nuevas fronteras agrícolas del centro y el
norte.
Algunos nuevos puertos
brasileños nacieron con vocación de polos industriales. Así son los de Suape y
Pecém, en los nororientales estados de Pernambuco y Ceará, planificados como
complejos portuario-industriales y que impulsan la economía local desde la
década pasada.
En ambos hay refinerías de
Petrobras, además de una planta petroquímica y ocho astilleros, en Suape, y una
siderurgia y centrales eléctricas, en Pecém. Además, muchas empresas se están
instalando en las inmensas zonas industriales detrás de los puertos.
En São Luis, los puertos
surgieron ajenos a esa ola de industrialización, por ubicarse en la región
brasileña más pobre, rezagada respecto de otros polos del Nordeste.
La gran profundidad de sus
aguas, apta para navíos de gran calado, su ubicación volcada al Atlántico norte
y la conexión con el ferrocarril Carajás fueron ventajas para instalar el
terminal.
Pero detrás quedan víctimas,
recordó Santico a IPS, por ejemplo “entre 80 y 100” pescadores artesanales de
Boqueirão, expulsados de su playa y reasentados en distintos barrios.
Algunos años después, muchos
de ellos volvieron a pescar en São Marcos, pese a la prohibición, y usan como
base una punta de playa no ocupada por el puerto, explicó.
“No teníamos otro oficio y pasábamos hambre”,
justificó. Terminaron por construir allí ocho precarias cabañas de palos y
hojas de palma, unas pocas para residencia y otras solo para los aparejos de
pesca.
Santico, de 73 años, tiene su
vivienda en un barrio cercano y una cabaña en la playa, para los avíos de sus
esporádicas pescas nocturnas. “Los peces casi se acabaron, quedaron unos pocos
camarones”, tras la construcción de nuevos muelles, reveló.
Por eso negociaron con Vale y
lograron tres años atrás una canasta de alimentos para 52 pescadores, de entre
308 y 725 dólares. “Con eso sobrevivimos”, reconoció.
Otras miles de familias
también fueron desalojadas para la construcción de muelles e instalaciones
portuarias. Itaqui era de hecho el nombre de un barrio desaparecido.
Más barrios se ven amenazados
ahora por la zona industrial en construcción al borde de la carretera. Vila
Maranhão teme su extinción, cercada por el ferrocarril y el nuevo polo, y a
pocos kilómetros de una central eléctrica a carbón, una gran industria de
aluminio y depósitos minerales.
“No hay nada oficial aún, pero
es cuestión de tiempo que nos saquen de acá”, vaticinó Lamartine de Moura, un
director de ACIB de 71 años, 23 de ellos en Vila Maranhão. “Si no nos echa la
expropiación de las casas, lo hará la contaminación”, dijo a IPS.
Un estudio universitario
identificó metales pesados en el riachuelo local, y el polvo mineral del aire
ensucia las casas y disemina enfermedades respiratorias, arguyó (Fuente: IPS/Foto:
Mario Sava).
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