Son abuelas, madres
y familiares de los migrantes que hace 14 años, unidas por el dolor y la
angustia, conformaron en esta ciudad del norte de Honduras un comité destinado
a la búsqueda de sus parientes desaparecidos en la ruta migratoria hacia
Estados Unidos.
Ahora el Comité de
Familiares Migrantes de El Progreso (COFAMIPRO) es una de las
organizaciones defensoras de los derechos humanos de este sector más
reconocidas en Honduras.
Desde su
surgimiento en 1999, conducen las tardes de los domingos el programa “Abriendo
Fronteras”, que transmite Radio Progreso, una emisora de la católica la
Compañía de Jesús en Honduras.
Inicialmente el espacio se llamaba “Sin Fronteras”, pero a medida que
fue creciendo la actividad del comité “decidimos ponerle Abriendo Fronteras,
porque sí las hemos abierto, ahora nos escuchan más que antes, no solo los
migrantes, también los gobiernos”, dijo a IPS una sonriente Rosa Nelly Santos,
integrante de COFAMIPRO.
Durante la hora del programa, ellas hacen una labor social desde donde
orientan a los migrantes sobre cómo están las rutas, les ponen música de su
gusto para darles ánimo y hacen labores de servicio social al facilitarles que
envíen mensajes a sus parientes en Honduras.
Su fundadora, Emeteria Martínez, falleció hace un año, meses después de
lograr localizar a una de sus hijas, que llevaba desaparecida 21 años.
Hallar a sus familiares fue el motor que las convocó, recordó Santos.
“Nacimos de la nada, descubriendo que el dolor de una era el mismo de la otra,
nos reuníamos en la casa de una compañera y así nos fuimos armando de valor
para salir a la calle a buscar a nuestros parientes”, contó.
Comenzaron 20 y ahora superan las 40.
Son mujeres sencillas y llenas de esperanzas, pese al dolor de no saber
nada de su familiar o de enfrentarse a tragedias tan impactantes como la
matanza de Tamaulipas, en México, hace cuatro años, donde el cartel de Los
Zetas, una organización criminal mexicana, asesinó a quemarropa a 72 migrantes
en una finca en la localidad de San Fernando. De ellos, 21 eran hondureños.
La matanza de Tamaulipas mostró a Honduras la otra cara de la migración,
la del sufrimiento, que va más allá de las remesas que llegan de los que logran
alcanzar la meta estadounidense.
“Eso fue como una derrota para nosotras, una espera que su hijo le vaya
bien en la ruta migratoria, que cruce la frontera, pero no que te lo devuelvan
en un cajón masacrado. Eso es muy fuerte”, recalcó Santos, quien como a otras
compañeras de COFAMIPRO le tocó dar asistencia y consuelo a los familiares de
las víctimas.
El Comité lo
constituyen mujeres voluntarias, que perdieron el miedo a lo desconocido y
desde hace más de una década se sumaron a las caravanas del migrante que
organiza la red del Movimiento de Migrantes Mesoamericano y que cada año, en
septiembre, recorre la ruta del migrante en busca de sus parientes desaparecidos.
Esa ruta comienza en Guatemala y concluye en el norte de México.
“La primera vez que fui a las caravanas, hace tres años, entendí el
trabajo de mi madre, aprendí de su dolor y tomé la decisión de integrarme de
lleno al Comité”, relató a IPS otra hija de la fallecida fundadora, Marcia
Martínez, de 44 años.
“Yo no tenía ni idea del número de madres y parientes que se suman en
esta caravana, ni de la travesía que hacía mi madre. Recorren todos los caminos
que atraviesa el migrante, preguntan con pancartas por ellos, buscan respuestas
que a veces nunca llegan o llegan tarde. Cuando encontramos a uno de los
nuestros, es algo indescriptible”, agregó.
“Cada vez que oía La Bestia (el tren mexicano de carga que usan los
migrantes), me daba escalofríos porque allí descubrí lo peligroso de la ruta
del migrante, para ellos los rieles del tren son su almohada, duermen en las
vías y cuando están en el lomo (techo de los vagones) del tren, esperan que
arranque, pero unos se duermen del cansancio y caen cuando lo hace”, describió.
El COFAMIPRO tiene su sede en un centro comercial de la calurosa ciudad
de El Progreso, en el norteño departamento de Yoro y a 242 kilómetros de
Tegucigalpa. Antes estaban en la sede de los jesuitas, pero gracias a pequeñas
donaciones lograron alquilar un pequeño local donde llegan los que necesitan
apoyo para ubicar familiares.
Desde su creación, logró documentar más de 600 casos de personas
desaparecidas. De ellas, se encontraron a más de 150. A los demás, siguen
buscándolas, aunque creen que muchas de ellas murieron en el camino o cayeron
en redes de trata de personas.
Inicialmente, el gobierno no reconocía al Comité, pero su trabajo en las
caravanas mesoamericanas les ayudó a ser escuchadas y a poder presentar casos
de migrantes desaparecidos ante la Cancillería. En junio, finalmente obtuvieron
personería jurídica.
Su lucha no fue fácil, funcionarios hondureños les llamaban “viejas
locas”, cuando hace años, ellas, solas, marcharon hasta Tegucigalpa para
demandar atención para sus desaparecidos.
La respuesta fue una canción que coreaban ante la sede de la cancillería
y que Santos entonó orgullosa: “Los de la cancillería, nos dicen las
mentirosas, somos mujeres decentes y le probamos con hechos, lo que aquí
exigimos, lo hacemos con todo el derecho.
Su labor firme y silenciosa está salpicada de logros. Cuando IPS
entrevistó a un grupo de ellas, acababan de salvar la vida con sus contactos
mexicanos a un hondureño, familiar de un funcionario local de El Progreso.
Una banda criminal lo secuestró y obtuvo más de 3.000 dólares a sus
parientes, antes de que acudieran al Comité, donde gestionaron su liberación en
un operativo de la Procuraduría mexicana.
El grupo advirtió sobre la actual crisis migratoria hace cinco años,
pero nadie escuchó. Aseguran que los migrantes seguirán huyendo del desempleo y
la violencia criminal.
En El Progreso, una de las cinco principales ciudades hondureñas, se
conocen casos de madres que huyeron cuando las pandillas les notificaron que
sus hijos serían forzosamente reclutados cuando tuviesen edad para ingresar a
la organización criminal y, mientras, les darían dinero para su crianza y
estudios.
Se estima que más de un millón de hondureños emigraron a Estados Unidos
desde los la década de los 70, pero el éxodo se disparó desde 1998. Desde
abril, Washington intensificó la deportación de familias con menores de edad y
de personas adultas.
Las autoridades hondureñas indican que en los siete primeros meses del
año retornaron deportadas 56.000 personas. Del total, 29.000 llegaron de
Estados Unidos por vía aérea y 27.000 lo hicieron por vía terrestre desde
México.
Honduras tiene una población de 8,4 millones de habitantes y un índice
de homicidios de 79 por cada 100.000, según cifras oficiales.
En 2013, los emigrantes aportaron a la economía hondureña 3.225 millones
de dólares en remesas, según datos del Banco Central, cerca de 15 por ciento
del producto interno bruto.
Para el COFAMIPRO, la crisis migratoria debe servir a los gobiernos para
revisar sus políticas públicas, dejar de estigmatizarlos y criminalizarlos
porque “no son delincuentes, son trabajadores internacionales”, definió Santos
con firmeza.
Ella, tiene, al menos, el consuelo de haber hallado hace cuatro años al
sobrino que buscaba (Fuente: IPS).
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