Era una agitada mañana de mayo de 1845. El puerto de Greenhithe vivía
uno de sus días más bulliciosos y los dos navíos que esperaban atracados en sus
amarres estaban a punto de terminar con su listado de preparativos. Se
llamaban Erebus y Terror y
debéis saber que eran dos de los barcos más avanzados de su época: sólidas
vigas de hierro reforzaban su estructura, hélices minuciosamente protegidas con
placas, máquinas de vapor que los empujarían hasta casi los 8 km/h sin
necesidad de utilizar el viento y las bodegas llenas de provisiones para
afrontar hasta tres años sin tocar tierra firme.
La misión que perseguían había sido imposible de lograr hasta entonces:
Franquear el infierno blanco del Paso del Noroeste a través de las gélidas aguas
árticas y sus temibles plataformas de hielo. Todos los intentos anteriores
habían terminado atrapados sin salida.
Al mando de la expedición se encontraba sir John Franklin un laureado y
experimentado oficial que ya había experimentado las duras condiciones del Polo
Norte en varias misiones de exploración bajo las órdenes del mítico John Ross,
uno de los grandes pioneros del Ártico.
Sí, era una agitada mañana de mayo de 1845… y los familiares de los 128
tripulantes de la Expedición de John Franklin jamás volverían a verlos. Su
historia quedó sepultada en hielo y tan solo ha podido ser recobrada a partir
de retazos sueltos a lo largo de los años.
Los acontecimientos se precipitaron al quedar atrapados en la
plataforma polar y a partir de ahí el gélido Ártico tan solo permitió algunas
pistas sobre lo que les pudo ocurrir a aquellos hombres… el resto se convirtió
en leyenda y canciones populares.
La desaparición de aquellos aguerridos hombres dio lugar a una de las búsquedas más intensas y seguro
que la más prolongada de la Historia… Durante casi 170 años, primero
para encontrarlos vivos y más tarde para encontrar los restos arqueológicos,
docenas de expediciones partieron hacia el Ártico canadiense con el objetivo de
descubrir qué había ocurrido exactamente.
La propia esposa del capitán, Lady Jane Franklin se empeñó tanto en la
búsqueda de su marido que movilizó numerosos intentos de dar con su paradero.
Las pocas pistas que llegaban a la Inglaterra victoriana dejaban con la boca
abierta a toda una recatada sociedad horrorizada por los relatos de canibalismo, penurias y
fatalidades que los tripulantes del Érebus y el Terror podrían
haber soportado.
Dejando a un lado los escabrosos detalles que sufrieron durante su
terrible travesía lo que sí podemos afirmar con seguridad, gracias a la
expedición del Fox al mando del capitán McClintock que pudo encontrar las
únicas pistas sólidas, fue que los dos barcos de Franklin quedaron atrapados en
septiembre de 1845 y que, tras varias semanas atrapados en el hielo, los hombres
que aún quedaban con vida intentaron una interminable caminata que duró meses
buscando tierra firme al sur…ninguno lo
consiguió.
El inexorable paso del tiempo, no obstante, no dejó en el olvido esta
trágica expedición y ya en el siglo XX son incontables las expediciones científicas que han
intentado aportar algo de luz a los escalofriantes acontecimientos del viaje de
Franklin.
Muchas de las sombras de aquella misión se han ido confirmando
gracias a modernas expediciones, como el canibalismo que realmente ocurrió, el
hambre, el escorbuto, la hipotermia o el envenenamiento por el plomo con el que
iban selladas muchas de las conservas que llevaron consigo.
Y así ha pasado más de siglo y medio hasta que hace tan solo unos días,
el mismísimo Primer Ministro de Canadá, Stephen Harper, ha realizado un anuncio
sorprende: Un equipo de
investigadores y arqueólogos han encontrado uno de los dos barcos de la
expedición Franklin.
Aún no se sabe a ciencia cierta si se trata del HMS Erebus o de su
compañero el HMS Terror, lo que sí parece confirmado es que los robots
submarinos operados mediante control remoto (similares a los utilizados en las
célebres imágenes del Titanic) han dado por fin con uno de los navíos de Franklin
en el fondo del mar Ártico.
Los aficionados a la exploración polar seguiremos atentos a las
futuras misiones robotizadas que ya se están planteando para llegar hasta el
pecio y posiblemente rescatar la memoria de lo que ocurrió en aquella
expedición (Fuente: Cuadernos de Ciencias, Yahoo, Javier Pérez).
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