Sin embargo, las
desigualdades sociales y geográficas en la región persisten, y las mujeres
rurales y los pueblos indígenas aún enfrentan altas tasas de inseguridad
alimentaria y pobreza, destaca el informe El Estado de la Seguridad Alimentaria
en el Mundo 2014 (SOFI2014), que pone como ejemplo las políticas de
Brasil y también de Bolivia.
“Las políticas han impactado y todos los
grupos se han visto favorecidos, pero hay segmentos que necesitan una mayor
especificidad en el diseño de las políticas”, advirtió Raúl Benítez,
representante regional de la Organización de las Naciones Unidas para la
Alimentación y la Agricultura (FAO), con sede en Santiago.
“Hay sectores que necesitan que las políticas sean mejor definidas, más
focalizadas, esto es como mirar con una lupa, pero hay cosas que necesitan una
lupa de mayor aumento”, añadió en entrevista con IPS.
SOFI2014, presentado el martes 16 en Roma, reveló que la proporción de
personas que sufre subalimentación en América Latina se redujo de 15,3 por
ciento en el período 1990-1992 a 6,1 por ciento en 2012-2014.
La reducción llevó a la región a alcanzar un año antes del límite fijado
el primero de los ocho objetivos trazados por la comunidad internacional en
2000, el de erradicar la pobreza extrema y el hambre, cuya meta concreta era
reducir a la mitad las personas subalimentadas en el mundo, respecto a las
cifras de 1990.
Todo un logro que se sustenta, principalmente, en el compromiso político
de los gobiernos de la región, afirmó Benítez.
“El ser la zona más desigual del planeta nos ha impuesto desafíos
adicionales. Conscientes de que el crecimiento económico no iba a resolver los
problemas por sí mismo, los gobiernos de la región han implementado en paralelo
dos tipos de política: por un lado hacer crecer las economías, pero por otro
apoyar a los grupos más desfavorecidos”, destacó.
Recordó que esta fue la primera región en comprometerse con el objetivo
de hambre cero mediante la adopción de la Iniciativa América Latina y el Caribe
Sin Hambre 2025, que fue reafirmada por los líderes de la región en las últimas
cumbres de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños.
Catorce países de la región ya alcanzaron la meta, según el informe:
Argentina, Barbados, Brasil, Chile, Cuba, Guyana, México, Nicaragua, Panamá,
Perú, República Dominicana, San Vicente y Granadinas, Uruguay y Venezuela.
Benítez sumó también a Domínica.
Otros cuatro estarían muy cerca de alcanzarla: Bolivia, Colombia,
Ecuador y Honduras y podrán lograrlo en 2015.
Brasil y Bolivia, ejemplos
El caso de Brasil fue presentado como un ejemplo para el mundo en el
informe de 57 páginas, elaborado por la FAO, el Programa Mundial de Alimentos y
el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola.
“Desde hace muchos años Brasil viene trabajando de manera sostenida para
erradicar la inseguridad alimentaria”, destacó Benítez.
En ese país se
implementaron programas como Hambre Cero, después transformado Plan Brasil
Sin Miseria, que se implementó en 2003 y que se destaca como la mayor
transferencia de renta con fines sociales del mundo.
El resultado es que, entre 2002 y 2013, se redujo en 82 por ciento la
población brasileña en situación de desnutrición.
Brasil tiene ahora 3,4 millones de personas bajo la situación de
inseguridad alimentaria, lo que corresponde a 1,7 por ciento de sus 200
millones de habitantes.
Elizete Rimas, de 53 años, y su hijo de 15, son un ejemplo de los
beneficiados por Bolsa Familia. Viven en una pequeña porción de tierra en
Seropédica, a 70 kilómetros de Río de Janeiro.
Rimas es madre soltera y está desempleada. Sufre de presión alta y no
puede hacer esfuerzo físico. El ingreso mensual de la familia no ultrapasa los
150 dólares mensuales, la mitad de ellos provenientes del programa.
“No tengo renta y tampoco empleo. Cuando supe que mi hijo tenía derecho
al Bolsa Familia hace 10 años, lo inscribí. Soy su papá y mamá al mismo tiempo.
Este dinero nos ayuda muchísimo, puedo comprar alimentos y ropa para mi hijo”,
dijo a IPS.
Pese a los avances, la desigualdad que caracteriza a la región persiste
en un ámbito socio geográfico, afectando a los siempre más excluidos: mujeres
rurales e indígenas.
Según las agencias de las Naciones Unidas, 40 por ciento de las mujeres
rurales mayores de 15 años no tienen ingresos propios en la región y la
proporción de pobreza e indigencia femenina ha aumentado pese a que la pobreza
general ha disminuido.
Los índices de pobreza en los pueblos indígenas en algunos casos pueden
ser hasta seis veces más altos que el del resto de la población.
El caso de Bolivia, uno de los siete países estudiados por SOFI2014, es
puesto como ejemplo sobre cómo focalizar políticas para el beneficio de grupos
especialmente excluidos, en lo que también menciona de pasda a Ecuador.
“Bolivia ha establecido procesos e instituciones de todos los
interesados, principalmente considerando a los pueblos indígenas que
habitualmente eran los más marginados”, explicó Benítez.
“Más allá de las especificidades de cada pueblo, podemos aprender del
compromiso político que ha tenido el gobierno de Bolivia para comprometerse en
la solución del problema”, añadió.
En Bolivia, el fuerte enfoque en políticas de seguridad alimentaria
pro-pobres ha generado una rápida disminución del hambre, que cayó 7,4 por
ciento entre 2009 y 2011 y 2012 y 2014. La desnutrición crónica en niños
menores de tres años de edad también se redujo de 41,7 por ciento en 1989 al
18,5 por ciento en 2012.
Benítez precisó que Bolivia “profundizó sus políticas económicas y
sociales orientadas hacia los grupos más vulnerables”.
“Se observaba una gran brecha de
productividad, por lo que las políticas económicas de acceso a la tierra, de
financiamiento de transferencia de tecnología, han estado más focalizadas hacia
los productores más pequeños y vulnerables”, explicó.
Por ejemplo, dijo, los programas de semillas andinas han permitido
incrementar notablemente la productividad de los pequeños productores solamente
por el hecho de tener mejores semillas.
El caso de Bolivia, añadió, es un ejemplo de que, cuando hay decisión
política, “el problema del hambre tiene solución”.
“No digo que sea fácil, ni sencillo, ni que lo podamos resolver de la
noche a la mañana, pero cuando existe la decisión de atacar el problema, los
resultados aparecen”, aseveró.
Más allá de los avances, la región aún mantiene un gran desafío: ser la
primera región del planeta donde el hambre sea erradicada en su totalidad.
“Tenemos muchos condimentos que nos hacen ser optimistas: somos una zona
productora de alimentos, existe fuerte compromiso político y existe mucha
solidaridad en los países de la región”, resaltó.
“El desafío es cómo aceleramos este proceso y cómo lo intensificamos y
coordinamos mejor para que podamos ser la última generación de latinoamericanos
y caribeños en convivir con el hambre”, concluyó (Fuente: IPS).
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