Uno de los
ritos tradicionales de nuestra sociedad y que se repite, muchas veces sin ton ni son, es el desearnos, a la medianoche del 31 de
diciembre, un ¡Feliz Año Nuevo! En el entendido, que el año que se inicia el 1
de enero será mejor que el que terminó y tendremos una vida nueva.
Sin embargo,
para una gran mayoría de la población, concluidos los brindis (si es que los
hubo), la vida sigue igual.
Para que
esto ocurra, la agenda pública debe estar centrada no en una suerte de historia
policial o de la farándula del país, sino en los desafíos que el Perú tiene que
enfrentar y superar para lograr que los ciudadanos y las ciudadanas asuman sus
derechos y deberes, así como asegurar el uso racional de los recursos
económicos, tecnológicos, humanos y naturales en función del desarrollo
sostenible que garantizará el bienestar de sus habitantes.
Para
concretar estos objetivos, que sin duda marcarán el inicio de una vida nueva
para nuestro país, el Estado y la sociedad civil deben asumir seis grandes desafíos que son:
- Fundar una institucionalidad
democrática efectiva.
- Superar la inequidad social
generadora de pobreza.
- Crear una vigorosa economía
social de mercado que tenga como centro a la persona humana.
- Promover la integración de
pueblos y comunidades sobre la base de procesos históricos comunes,
recursos semejantes y espacios territoriales compartidos.
- Incentivar una ética pública
que genere y consolide un buen gobierno que administre los recursos humanos,
técnicos, económicos y financieros para el logro del bien común y el buen
vivir.
- Preservar y fomentar el
cuidado del ecosistema que es el espacio donde nuestra vida se desarrolla
y hace posible nuestra existencia histórica.
Sólo si el país se dirige, a paso firme a resolver
estos retos podremos decir que estamos caminando hacia una nueva vida, hacia el
desarrollo integral que pretendemos como Estado y como sociedad, pues el solo
crecimiento económico no es sinónimo de desarrollo (URPI Consultores). Foto: D.R.
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