El retorno a Etiopía de 120 mil jóvenes que trabajaban sin permiso en Arabia Saudita agravará el ya elevado desempleo juvenil y las tensiones por el acceso a tierra cada vez más escasa en este país africano, según dio cuenta ayer la agencia noticiosa Inter Press Service (IPS).
Un número creciente de jóvenes
de este país del Cuerno de África opta por viajar al vecino Sudán para eludir
la prohibición indefinida que impuso Addis Abeba el mes pasado a la emigración
de trabajadores hacia Medio Oriente.
Esther Negash, de 28 años,
proviene de una familia de nueve integrantes que viven en una granja de maíz de
cuatro hectáreas en la región de Tigray, en el norte de Etiopía. La joven está
desempleada desde que terminó la escuela secundaria, hace 10 años.
La familia de Esther decidió
utilizar sus ahorros para financiar su viaje a Jartum en busca de empleo.
“En los últimos dos meses,
volvió mucha gente de Arabia Saudita, lo que empeora las cosas para personas
que no pueden encontrar trabajo, como yo”, dijo Negash a IPS.
“Las lluvias fueron breves
este año y no tuvimos una buena cosecha. Mi familia es grande, y si no
conseguimos una buena cosecha, entonces es muy difícil. Supimos de las
oportunidades de trabajo en Sudán y pensamos que sería la única solución”,
explicó.
Un gran número de etíopes
emigra cada año por razones económicas, y su principal destino es Medio
Oriente. La mayoría de los 91 millones de habitantes de este país ganan menos
de dos dólares al día.
La represión de Arabia Saudita
contra los trabajadores extranjeros indocumentados comenzó después de un
período de amnistía de siete meses que venció el 3 de noviembre. Desde
entonces, fueron repatriados 120.000 etíopes tras pasar por un campamento de deportación
en condiciones denigrantes.
Abundaron las denuncias de
etíopes contra sus patrones y fuerzas de seguridad sauditas por violar sus
derechos humanos.
IPS habló con una mujer de 23
años, quien acababa de llegar a Etiopía desde Riyadh, donde trabajó dos años
como empleada doméstica.
“Mi patrón abusaba sexualmente
de mí y me golpeaba. Me obligaba a trabajar siete días a la semana, 20 horas al
día. No se me permitía salir de la casa. Fue un infierno”, contó.
“No me pagaron por un año a pesar de que
también trabajé para sus familiares. Estoy tan cansada y tan triste. [Pero] muy
feliz de estar de vuelta en Etiopía”, expresó.
A pesar de las experiencias
terribles que relatan los repatriados, la pobreza y las escasas oportunidades
seguirán alimentando la emigración, según la Organización Internacional del
Trabajo (OIT), que intenta facilitar las vías formales de salida del país, para
evitar a los traficantes de personas y otros intermediarios ilegales.
“Después de la prohibición, la
gente intentará cualquier medio para trabajar en el extranjero”, señaló a IPS
el director de la Oficina de la OIT para Etiopía y Somalia, George Okutho.
“Estos repatriados viajaron a
Arabia Saudita con la esperanza de enviar remesas a sus familias para mejorar
el nivel de vida de sus hogares. Sin embargo, la mayoría de las veces los
trabajadores migrantes actúan con desinformación sobre sus posibilidades y el
país de destino”, agregó.
La falta de educación y de
habilidades hace a los emigrantes etíopes especialmente vulnerables al trabajo
en condiciones de peligro y explotación, tanto en Etiopía como en el exterior,
destacó Okutho.
“El problema es que muchos
trabajadores migrantes no tienen educación y están poco capacitados, incluso
para el trabajo doméstico que buscan fuera del país”, dijo.
“Si van a Medio Oriente o
Sudán, ganan poco más que cuando estaban en casa, pero como no están
capacitados terminan trabajando en circunstancias muy extremas y difíciles sin
conocer sus derechos”, explicó el funcionario de la OIT.
La capacidad de planificación
y de logística del gobierno se vio saturada por el número creciente de
repatriados. La previsión inicial de 23.000 saltó a 120.000 en un mes.
“Estamos cooperando con el
gobierno saudita y trabajamos con tesón para repatriar a los etíopes
desamparados”, declaró a IPS el portavoz de la cancillería etíope, Dina Muftí.
“El número de etíopes que
trabajan ilegalmente es mucho mayor del que esperábamos. El gobierno reconoce
que estas personas, muchas de ellas jóvenes, necesitarán empleo e intentamos
generar oportunidades para ayudarlas y rehabilitarlas en sus comunidades”,
dijo.
La escasez de tierra es un
problema crítico para los pequeños agricultores que constituyen 80 por ciento
de la población. En la región montañosa de Tigray, cada familia posee un
promedio de 3,5 hectáreas.
A medida que aumenta la
esperanza de vida, se reduce la posibilidad de subdividir esas parcelas, y
muchos jóvenes quedan sin empleo, sin sustento y sin alimentos.
En el último año, gran
cantidad de jóvenes protagonizaron protestas en las principales ciudades del
país para demostrar su descontento con el elevado desempleo y la inflación.
Hewete Haile, de 18 años, vive
en las afueras de Sero Tabia, un pueblo donde el desempleo juvenil está en
escalada. De un total de 2.200 hogares, 560 jóvenes de entre 17 y 35 años están
desempleados, sin tierra ni ingresos.
Afuera de la embajada de Sudán
en Addis Abeba, Haile hace fila con otros varios centenares de jóvenes como
ella, la mayoría de aldeas rurales lejanas, con la esperanza de obtener una
visa que le permita buscar trabajo en Jartum.
Sus amigos dicen que una
empleada doméstica en Jartum recibe ocho dólares al día en comparación con los
cuatro que ganaría en Addis Abeba.
“No me iría de mi país si
hubiera forma de trabajar y ganar bien aquí”, dijo a IPS.
“Si Sudán no funciona entonces
desde allí viajaré a Medio Oriente. Sé lo que pasó en Arabia Saudita. No me
marcharía de Etiopía si pudiera conseguir trabajo, pero cada vez se pone más
difícil”, se lamentó (Fuente: IPS).
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