La tristeza por la muerte del expresidente sudafricano Nelson Mandela recorre hoy toda Sudáfrica, que le expresa su gratitud y llora en todos sus rincones la pérdida del padre de su democracia multirracial.
"Pensaba que estaría mejor, que lo tendríamos
un poco más entre nosotros", dice a EFE Violet Ubisi, una jubilada del
pueblo de Dumphries, en la región oriental sudafricana de Mpumalanga.
Ubisi se ha enterado mientras dormía, a través de
la llamada de un familiar que trabaja en Johannesburgo, de la muerte de
Mandela, a quien agradece "todo lo que ha hecho por nosotros, por los
negros de Sudáfrica".
Se confiesa triste y muy afectada, y no puede
evitar las lágrimas mientras se lamenta por la muerte de "Tata"
(padre, nombre que recibe Mandela de muchos sudafricanos).
Tres horas después de que el actual presidente
sudafricano, Jacob Zuma, anunciara, poco antes de la medianoche en Sudáfrica,
el fallecimiento del que fuera el preso político más famoso del mundo, la voz
característica del héroe suena en todas las gasolineras de la autopista que une
Mpumalanga con Johannesburgo.
RADIOS REPITEN DISCURSOS DE MANDELA
Sentados en su garita, dos empleados de una
estación de servicio de la ciudad de White River escuchan en la radio pública
el himno de Sudáfrica.
Poco después se oye en medio del silencio de la
noche la alocución de Madiba -como se conoce a Mandela en su país- en el juicio
de Rivonia de 1964, en el que el entonces joven activista fue condenado a
cadena perpetua por sus actividades contra el régimen racista del
"apartheid".
Dentro, detrás del mostrador, la dependienta que
rechaza dar su nombre, respira aliviada porque Mandela "descanse ya en
paz", y pronostica con tristeza "una lucha" en el seno de la
familia por el dinero de la herencia.
La misma voz profunda del héroe sudafricano, que
falleció este jueves a la edad de 95 años, se escucha en la taquilla del peaje
que ocupa Patricia Khanyi, que supo de la noticia cuando puso la radio al
comenzar su turno.
"Sabíamos que pasaría pronto, pero aún así
siento un gran dolor", declara Khanyi a EFE entre los acordes en la radio
de "My Black President", la canción que la diva fallecida del
"afropop" Brenda Fassie dedicó a Madiba.
Todas las emisoras de radio del dial transmiten
información y fragmentos de los discursos más emblemáticos de Mandela, desde el
de Rivonia al de su toma de posesión como presidente en 1994, pasando por el de
su liberación de la cárcel en 1990, después de 27 años preso.
Entre sus potentes palabras se intercalan canciones
en honor al padre de la democracia sudafricana, como es recordado
constantemente por locutores de todos los acentos de la Sudáfrica diversa que
Mandela supo unir en torno a su carisma, a sus palabras que ahora suenan y a
sus acciones.
"TENGO EL CORAZÓN ROTO"
En un área de servicio cercana a la ciudad de
Belfast, cerca de la frontera con Suazilandia, el guardia de seguridad Abraham
Methula fuma a la intemperie protegido del frío por un gorro.
"Tengo el corazón roto. Él lo consiguió todo
para nosotros, lo ha hecho todo por nosotros", dice Methula a EFE
emocionado, y confía en que su ejemplo cunda entre los jóvenes sudafricanos con
vocación de liderazgo.
"Estos políticos de ahora solo roban.
Corrupción y más corrupción", se queja Methula.
En los altavoces del complejo se escucha
"Asimbonanga", el emotivo canto en inglés y zulú que el músico local
Johnny Clegg compuso para Madiba en los años 80 del pasado siglo, y un camión
aparca delante del supermercado.
"Es muy doloroso para mí", dice con
timidez uno de los dos conductores, Lazarus Rathau, originario de la provincia
norteña de Limpopo.
Delante de él pasa una pareja de jóvenes
afrikáners, la minoría descendiente de los primeros colonos centroeuropeos que
llegaron a Sudáfrica en el siglo XVI, y de la que provenían los arquitectos y
la clase dirigente del "apartheid" a la que combatió Mandela.
Martin Laubscher aún no sabía de la muerte de
Madiba.
"Fue un hombre bueno, hizo bastantes cosas
buenas para nosotros", asegura Laubscher, pese a cierta reticencia
inicial, mientras protege a su novia del fresco.
En la entrada a Johannesburgo, la cara de Mandela
cobra protagonismo impresa en los carteles publicitarios de los periódicos, que
anuncian su edición de hoy colgados de las farolas.
Los rascacielos de la ciudad que impresionaron al
joven Mandela que un día llegó a Johannesburgo -según confesó el mismo en su
autobiografía- se recortan en el cielo borrosos detrás de la niebla.
Setenta años después, en honor a aquel joven
entonces pobre y desconocido para sus compatriotas, las banderas de los parques
industriales ondean hoy a media asta en su honor (EFE).
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