La Iglesia católica italiana
es la mayor casera de la República. Entre conventos, templos y centros
educativos o sanitarios posee entre el 20 y el 30 por ciento del patrimonio
inmobiliario del país, en la mayoría de los casos exentos de pagar impuestos.
Determinadas órdenes han convertido algunos de sus edificios en
establecimientos hosteleros muy rentables.
De ahí que tengan mayor las
palabras del papa Francisco durante su visita de ayer a un centro de ayuda a
los refugiados gestionados por los jesuitas en Roma: “Queridos religiosos y
religiosas: los conventos vacíos no deben servir a la Iglesia para
transformarlos en alojamientos y ganar dinero. Los conventos vacíos no son
nuestros, son para la carne de Cristo, que son los refugiados”.
Si durante su visita del
pasado mes de julio a la isla de Lampedusa el Papa criticó la globalización de
la indiferencia (“¿Quién de nosotros ha llorado por esos hermanos y hermanas
que viajaban sobre las barcas, por las jóvenes madres con sus hijos?”, se
preguntó en aquella ocasión), en el centro Astalli cerró el foco y lo fijo en
la propia Iglesia:
“Quizás hemos sido llamados
a hacer más, acogiendo y compartiendo con decisión aquello que la providencia
nos ha dado.
El Señor llama a vivir con generosidad y
coraje la acogida en los conventos vacíos. Cada día, aquí y en otros centros,
muchas personas, sobre todo jóvenes, se ponen en fila para una comida caliente.
Estas personas recuerdan el sufrimiento y el drama de la humanidad. Pero esa
fila nos dice también que hay que hacer algo, ahora, todos…¡Es posible! Basta
con llamar a la puerta y decir: estoy aquí, ¿cómo puedo ayudar?”
El Papa acudió al centro de
ayuda a los refugiados –contiguo a la Iglesia de Jesús, donde está enterrado el
fundador de los jesuitas, San Ignacio de Loyola – en un coche pequeño, sin la
comitiva hasta ahora habitual de escoltas y sirenas.
Tras visitar el comedor en
el que cada día se atiende a unas 500 personas, Jorge Mario Bergoglio se
dirigió a los refugiados. “Muchos de vosotros sois musulmanes, venís de otros
países, de situaciones distintas. No tenemos miedo a la diferencia”.
También tuvo palabras para
quienes, por causa de esta crisis o de crisis más viejas y profundas, tienen
que acercarse cada día a pedir un poco de pan para o sus hijos: “Vuestra
fragilidad desenmascara nuestros egoísmos, nuestra falsa seguridad, nuestros
pretextos de autosuficiencia”.
El papa Francisco
dirigiéndose a las autoridades dijo: “La misericordia requiere justicia. Sólo a
través de la justicia se puede lograr que el pobre encuentre el camino para no
serlo más. La Iglesia, la ciudad de Roma, las instituciones tienen que unirse
para que nadie tenga más necesidad de un comedor social, de un alojamiento, de
un servicio de asistencia legal para ver reconocido el propio derecho a vivir y
trabajar, a ser plenamente persona”.
Antes de marcharse, el
pontífice hizo suya una frase que unos momentos antes le habían confiado
algunos refugiados: “¡La integración es un
derecho!” (Fuente: Diario El País).
No hay comentarios:
Publicar un comentario