El calentamiento global no sólo
está derritiendo los glaciares, sino que también desmorona montañas, como en
los Alpes, donde el deshielo del "cemento helado" provoca derrumbes
en serie desde hace 20 años, y se espera que 2015 sea un año récord.
Con por lo menos 150 derrumbes
censados en el macizo del Mont-Blanc desde el comienzo del verano (boreal), el
nivel del año extremadamente caluroso de 2003 ha sido sobrepasado ya, señala
Ludovic Ravanel, investigador del laboratorio Edytem (Environnements,
Dynamiques et Territoires de la Montagne) en Bourget-du-Lac (este de Francia).
Los derrumbes (la palabra se
aplica más allá de 100 metros cúbicos de roca) ocurridos en agosto en los picos
Tour Ronde y Aiguille du Tacul dieron lugar a impresionantes vídeos difundidos
por la sociedad de prevención de riesgos La Chamoniarde
(https://www.facebook.com/chamoniarde).
El papel del calentamiento
climático en esos derrumbes fue claramente demostrado hace varios años. La
degradación del permafrost, es decir terrenos helados desde hace siglos,
desempeña un papel central en ese fenómeno.
"No hay que considerar
las altas montañas como algo sumamente sólido. A menudo, se trata solamente de
una maraña de elementos rocosos cuya estabilidad es posibilitada por la
presencia de hielo", explica Ludovic Ravanel. "Si se derrite el cemento
de las montañas, segmentos enteros de las vertientes pueden quedar
desestabilizados".
Los científicos
reconstituyeron a partir de fotos 150 años de evolución de las paredes rocosas
de picos alpinos y mostraron la concomitancia entre los derrumbes y los períodos
de fuertes temperaturas.
Desde 2007, una red de
observación permite censar todos los derrumbes en dos tercios del macizo del
Mont-Blanc: fueron contabilizados 650 acontecimientos de 100 a 45.000 m3.
La mayoría de los derrumbes de
laderas se producen entre 3.100 y 3.500 metros de altitud. "Más abajo, el
permafrost está lo bastante frío para permitir una buena estabilidad",
precisa el científico. Y los más graves derrumbes se registran en otoño o a
principios del invierno, porque el calor tarda en penetrar en la montaña, en la
que sigue avanzando incluso cuando ha vuelto a helar en la superficie.
El calor penetra en el corazón
de la montaña hasta los meses de octubre o noviembre, e incluso más. Este año
"a principios de agosto estábamos ya casi al nivel de deshielo del mes de
octubre, es decir el nivel máximo de deshielo de los años precedentes",
agrega.
Riesgo limitado
todavía para la población
Es decir que es probable que
se produzcan derrumbamientos importantes en los próximos meses, cuando el calor
haya alcanzado su profundidad máxima. Los mayores registrados en los últimos
años tuvieron lugar en invierno: 3 millones de m3 del Miz Engallo (Suiza) a
fines de diciembre de 2011 y 2,5 millones de m3 en el espolón de la Breva
(vertiente italiana del Mont-Blanc) en enero de 1997.
"Lo que es de temer es la
multiplicación de ese tipo de veranos caniculares que aceleren la degradación
del permafrost. Todo el hielo no se reconstituye necesariamente de un año al
otro, y al año siguiente el deshielo es más rápido y más profundo", dice
Ravanel.
Hasta ahora el riesgo para la
población es limitado, dada la elevada altitud en la que se producen los
derrumbes.
Los más afectados son los
alpinistas, que se ven obligados a abandonar ciertos itinerarios o a
recorrerlos solamente al principio de la temporada (Fuente: AFP).
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