“Porque el hombre ha despertado
y el fuego ha huido de su cárcel
de ceniza
para quemar el mundo donde estuvo
la tristeza”
Manuel Scorza
Por: Ricardo Verástegui López
Durante la década de los 60, durante una asamblea de campesinos y
campesinas con autoridades del gobierno central en Cajamarca, una anciana,
después de haber oído las promesas de hacerles justicia de éstas, les dijo que las voces del pueblo eran
campanas de palo porque nunca encontraban eco y que ella era como Santo Tomás “ver para creer”.
Las autoridades se quedaron absortas por unos instantes y no sabiendo que
responder se fueron precipitadamente en una camioneta que avanzaba con
dificultad sobre el fango rojizo del camino, mojado por la lluvia caída el día
anterior y destruido por el olvido de decenas de años.
Esta situación me hizo comparar a las autoridades gubernamentales con el
patrón del “Sueño del Pongo” de nuestro inolvidable José María Arguedas: “Patronqa manas uyarisqantapas uyarinchu” (“El
patrón no oyó lo que oía”). Pues, por siempre, han creído que el país es
una gran hacienda de la cual son amos y señores, sin tener que rendir cuenta a
la ciudadanía sobre el manejo y destino de sus recursos.
También, me hizo recordar las vibrantes palabras de Manuel González Prada
escritas en “Libertad de Escribir”: “En el Perú...nuestros gobernantes se
consideran como ungidos del Señor,
como fetiches que no podemos tocar ni para sacudirles el polvo. No aguantan más
golpes que el del incensario”.
Sin embargo, en un viaje que hice el año 2001 al distrito de Tambo,
provincia de La Mar(Ayacucho), fui testigo de un hecho extraordinario para el
devenir cotidiano de ese pueblo: una mañana los gobernadores, tenientes
gobernadores y presidentes de las más de cuarenta comunidades campesinas de la
localidad, se reunieron en la municipalidad para exigirle al alcalde que los
escuchara para elaborar el presupuesto municipal, pues les habían dicho que
éste quería invertir el poco dinero destinado a obras en remodelar el parque
principal mientras había urgencia de construir letrinas y alcantarillado en sus
lugares de origen, con índices elevados de enfermedades y mortandad infantil.
Fue así como empecé a tomar contacto con dos instrumentos fundamentales,
entre otros, para la construcción
democrática del Perú: tener un gobierno del pueblo para el pueblo. El uno, la vigilancia
ciudadana que es el ejercicio del
derecho que tienen los ciudadanos y las
ciudadanas para fiscalizar y mejorar la gestión de la esfera pública en lo que
afecta directamente la vida de la sociedad. El otro, el presupuesto participativo que Carlos Grey define - en su Manual
de Presupuesto Participativo – como un
espacio público no estatal, en el
cual el gobierno y la sociedad se reúnen para ponerse de acuerdo acerca de cómo
definir las prioridades de los ciudadanos hacia la “agenda” de las políticas
públicas, además de poner en manos de la población un mecanismo de control
sobre el uso que el gobierno local hace de los fondos públicos”.
El presupuesto participativo, según los expertos, aparece formalmente en el
Perú en el distrito de Limatambo, provincia de Anta, en el Cusco el año de
1993, pero históricamente tiene su origen el año 1983 con la creación de la
Municipalidad del distrito de Villa El Salvador en la que se decide realizar la
gestión edilicia bajo la forma de cogobierno: municipio – vecindario.
*Salta la pus aparece la vigilancia
En cuanto a la vigilancia ciudadana, ésta aparece frente a la agudización
de la corrupción en el manejo de la cosa
pública, mal inveterado en nuestra nación, durante el gobierno Fujimori –
Montesinos. Mal del que, dicho sea de paso, todos hemos sido responsables,
pues, como bien anota el poeta libanés Gibrán Jalil Gibrán, “el malvado no puede hacer mal sin la oculta voluntad de todos vosotros”.
Una de las experiencias más relevantes que conozco es la llevada a cabo por
la Federación de Mujeres Organizadas en Centrales de Comedores Populares
Autogestionarios y afines de Lima y Callao(FEMOCCPAALC), durante los años 1998,
1999 y 2000, que realizó un proceso de vigilancia ciudadana al Programa Nacional de Apoyo
Alimentario(PRONAA).
El propósito de esta acción fue
evaluar el nivel de cumplimiento de la Ley 25307 por parte del gobierno y
conocer la calidad y el valor económico, alimentario y nutricional suministrado
por el PRONAA. Esta experiencia tuvo una clara incidencia en la mejora de la
calidad, cantidad, el sistema de almacenamiento y distribución de los productos
suministrados en los comedores.
No hay duda, por lo que podemos apreciar, que las palabras del pueblo están
dejando de ser campanas de palo para convertirse en palabra viva, en verbo que
va creando nuevas formas de convivencia colectiva y de hacer gestión pública
con la activa participación de la sociedad civil en la planificación, ejecución
y seguimiento de las decisiones que afectan a la sociedad en su conjunto.
(*)Tomado de un artículo publicado por el
periodista Ricardo Verástegui López en
noviembre del 2002.
Rincón literario de URPI para los que inspiran sus
acciones en la lectura.
Boletín virtual de los sábados.

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