La polémica teoría del “choque
de civilizaciones”, que está cumpliendo 20 años, explica las relaciones
internacionales y los conflictos violentos según una lógica de buenos y malos,
aseveró ayer el experto alemán Harald Müller.
“Es errónea, pero satisface necesidades
básicas”, dice Müller, director ejecutivo del Instituto de Investigaciones para
la Paz de Francfort)I
(PRIF, por sus siglas en alemán).
En 1993, Samuel Huntington,
entonces profesor en la Universidad de Harvard, escribió un artículo para la revista un
artículo para la revista Foreign Affairs que luego convirtió en libro (“El
choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial”).
En él, dividió al mundo en
ocho civilizaciones, “definidas tanto por elementos objetivos comunes, como
idioma, historia, religión, costumbres e instituciones, como por la auto identificación
subjetiva de la gente”.
Huntington postuló que,
después de la Guerra Fría, las diferencias culturales serían el motor clave de
conflagraciones y conflictos.
En entrevista con IPS, Müller
explicó por qué la teoría de Huntington cobró tanta fuerza pese a ser
inadmisible.
IPS: La introducción de la
edición especial de Foreign Affairs por el 20 aniversario de la obra de
Huntington, sostiene que el poder de una teoría es su escala, la intensidad y
la calidad del debate que genera. Y señala que el libro es una de las
contribuciones teóricas más poderosas de las últimas generaciones.
En su opinión, ¿qué determina una buena teoría política?
En su opinión, ¿qué determina una buena teoría política?
HARALD
MÜLLER: Obviamente, hay una diferencia entre una “teoría
poderosa” y una académicamente “buena”. Una teoría es “poderosa” cuando toca la
sensibilidad pública sobre un asunto de gran destaque al momento de su publicación.
Si es fácil de captar, suficientemente simple para que la entiendan gran
cantidad de personas y se acompaña de un buen trabajo de venta, puede cobrar
una fuerza considerable.
Pero no es necesariamente una
buena teoría. El darwinismo social fue muy poderoso a fines del siglo XIX y a
comienzos del XX, pero desde el punto de vista científico fue una teoría
bastante mala.
IPS: Muchos analistas sostienen que las reflexiones y los postulados de Huntington tocaron una fibra sensible.
IPS: Muchos analistas sostienen que las reflexiones y los postulados de Huntington tocaron una fibra sensible.
HM:
Él tocó una fibra sensible porque presentó una teoría simple y abarcadora de la
política mundial en un momento en que los pueblos de Occidente habían perdido
las coordenadas establecidas por la estructura simple, bipolar y antagónica de
la Guerra Fría.
Él les volvió a decir a esos
pueblos quiénes eran (Occidente), y quién era el enemigo (la imponente
coalición sino-islámica). De hecho, su prognosis fue un reflejo de la Guerra
Fría, al proyectar una coalición contraria a ese enemigo, en la que las
culturas “hinduista”, “ortodoxa” y “latina” se sumarían en masa a Occidente
porque el gigante sino-islámico parecía mucho más amenazador.
IPS: Huntington sugirió que
los conflictos más importantes se manifestarían a partir de las divisiones
existentes entre esas civilizaciones. Al mirar los conflictos mundiales de la
actualidad, ¿en qué medida cree que importan las variables culturales?
HM:
Como muchos observadores ya han señalado, muchos conflictos tienen lugar dentro
de las “civilizaciones” de Huntington, principalmente dentro del Islam: chiitas
versus sunitas, sunitas versus alauitas, los clanes en Somalia, etcétera.
En otros conflictos, la causa
básica no es cultural, (como en el) quiebre de climas que atraviesa el Sahel y
que enfrenta a pastores nómades con agricultores, (o en) conflictos
territoriales clásicos –Israel versus Palestina, India versus Pakistán–, que no
estallaron entre grupos que ya eran culturalmente distintos mientras la
cuestión territorial no era lo más importante, por ejemplo durante los imperios
Otomano y Británico.
En términos generales, los
factores culturales –religión y condición étnica– exacerban conflictos
existentes por diferentes motivos. Pero rara vez son la causa de esos
conflictos.
IPS: En su libro “Coexistencia
de civilizaciones: Las antípodas de Huntington”, usted evalúa si la teoría del
choque es coherente y científica.
HM:
Ni la historia ni la mayoría de las obras sobre civilización y cultura apoyan
la idea de civilización de Huntington. Su descripción del Islam como una
cultura desproporcionadamente violenta ignora que la mayoría de los países
musulmanes están rodeados de muchas otras “civilizaciones”, y tiene por tanto
muchas más ocasiones de “chocar” que el resto. Es un simple caso de “controlar
fronteras” en lenguaje estadístico.
Él desestima los mecanismos
políticos de seguridad nacional por los que los países que aspiran a construir
hegemonías regionales suelen ser vistos con desconfianza por sus vecinos, que
entonces buscan aliados extrarregionales como contrapeso.
También ignora que, cuanto más
central se vuelve la religión en la formación de la identidad política, más
fuertes serán las consecuencias de la escisión y más probables y frecuentes los
choques intraculturales, como el de sunitas y chiitas.
Además, Huntington selecciona
solo las fuerzas divisorias de la diversidad, pero olvida las fuerzas
vinculantes de la globalización. En conjunto, es una construcción parcial y
sesgada, que desatiende los aportes de la historia, la antropología, la
etnología, la sociología y de algunas otras disciplinas.
IPS: A partir de las
experiencias de conflictos recientes, ¿ve algún motivo para reconsiderar su
análisis?
HM:
No, me siento bastante cómodo con lo que escribí. Incluso el propio Huntington
negó que el 11 de septiembre (de 2001, fecha de los atentados que dejaron más
de 3.000 muertos en Nueva York y Washington) fuera un caso de “choque de
civilizaciones”. La mayoría de las víctimas de (la red extremista) Al Qaeda son
musulmanas, y la coalición anti-Al Qaeda es una impresionante colección de todas
las culturas del mundo.
Sería aún más impresionante
sin la extraordinaria ineptitud y cortedad de miras del gobierno (de George W.
Bush, 2001-2009), que desaprovechó la ola de empatía generada por la conmoción
de Nueva York y Washington y alejó a buena parte de la población mundial que
inicialmente mostró solidaridad con Estados Unidos.
Una gran rivalidad de poderes
vuelve a estar en escena como fuerza que moldea la política mundial. La
democracia sigue su avance lento, pero en apariencia irresistible, que sin
embargo no nos lleva a una “liga de democracias”, pues los Estados democráticos
en el Sur global mantienen sus identidades de ex colonias con visible
desconfianza ante las intenciones y objetivos de los antiguos poderes
coloniales.
En vez de una convergencia de
dos bloques civilizatorios, vemos más alineamientos cambiantes y diversos que
antes. Este no es el mundo de Huntington
(Fuente: IPS).
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