Por:
Emile
Nakhleh, especial para Inter Press Service (IPS).
A medida que la
mortandad y la destrucción recrudecen en Gaza y se reiteran las amenazas entre
el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y el movimiento islamista
Hamás, los principales actores regionales y mundiales deben aceptar una verdad
central: la paz entre Israel y Palestina no será posible sin la inclusión de
Hamás.
Cuanto más rápido internalicen este hecho, más rápido se romperá el
ciclo de la violencia.
Las guerras en Gaza no lograron liquidar a Hamás. Al contrario, el
movimiento islamista resurgió más fuerte y mejor equipado, a pesar de las
frecuentes palizas que recibe de Israel.
Al mismo tiempo, la ofensiva de Israel contra Gaza refleja la
preocupación de Tel Aviv por la región entera y no solo por Hamás.
Esa inquietud la impulsan el creciente radicalismo islámico en Gaza y en
toda la región, la creciente influencia en Israel de organizaciones y
movimientos políticos judíos de la derecha radical, la brutal guerra civil en
Siria, las deterioradas estructuras estatales en Libia y Yemen, el estado en
proceso de fracaso de Iraq, la marginación del liderazgo de la Autoridad
Nacional Palestina (ANP) en Ramalah, y los frágiles sistemas políticos de
Líbano y Jordania.
La preocupación israelí también nace del resurgimiento de Irán, el
posible acuerdo nuclear de Teherán con las potencias mundiales y la influencia
menguante de Estados Unidos en la región.
Israel, como no pudo influir en estos “cambios sísmicos”, se resistió a
todo arreglo viable a largo plazo con los palestinos y al cese de su ocupación
en los territorios árabes.
La administración de Barack Obama en Estados Unidos y otros gobiernos
deben trabajar para ponerle fin al bloqueo de Gaza y a los 47 años de ocupación
en Cisjordania. La Franja de Gaza es considerada la mayor prisión al aire libre
del mundo, bloqueada por Israel en tres lados y por Egipto en el otro.
Este cerco económico y político debe romperse para que mejoren las
condiciones económicas y sociales de los gazatíes.
La pobreza, el desempleo, la insalubridad y la escasa higiene, y la
falta de electricidad y de agua potable provocan ira y desesperanza, que a
menudo se expresan en el lanzamiento de misiles hacia Israel.
Aunque en su mayoría son ineficaces, estos cohetes aterrorizan a la
población del sur israelí. Esto también tiene que acabar.
Los sangrientos enfrentamientos entre los palestinos de Cisjordania y
las fuerzas israelíes en Jerusalén en el paso de Kalandia, y entre los árabes
en Israel y la policía israelí, demuestran que la guerra de Gaza se desbordó a
otras partes de Palestina. Esto no augura nada bueno para Israel y los países
vecinos.
La alegría de Israel con la animosidad del gobierno egipcio y de los
medios hacia Hamás es efímera. El régimen autocrático de Abdel Fatah Al Sisi en
Egipto no podrá tolerar la ira de su pueblo y la de otros árabes ante lo que
consideran una agresión israelí contra los palestinos.
Después de haber seguido este conflicto, y el ascenso de Hamás, durante
décadas desde la academia y el gobierno, y de asesorar a altos funcionarios
durante años, sostengo que la paz duradera entre israelíes y palestinos seguirá
siendo esquiva si los gobernantes de la región y del mundo no reevalúan sus
arraigados supuestos sobre el conflicto.
Ese paso recibiría severas críticas de ambos bandos, e incluso de muchos
en el Congreso legislativo de Estados Unidos. Harán falta valor, perseverancia
y una forma nueva de pensar para que las autoridades tengan la capacidad de
avanzar en el proceso.
Hamás e Israel
La destrucción de Gaza, la matanza de miles de civiles inocentes, la
voladura de los túneles de Hamás y la liquidación de sus líderes no erradicarán
al movimiento islamista ni silenciarán su campaña contra el bloqueo israelí.
La fuerza de Hamás no emana de su ideología religiosa sino de su
resistencia al cerco que estrangula y empobrece a la mayoría de los 1,6
millones de palestinos en la Franja de Gaza.
La actual guerra de Israel contra Gaza, más las dos anteriores en
2008-2009 y 2012, no tienen que ver con la amenaza existencial que Hamás
representa para Israel, sino que se arraigan en el fracaso del llamado proceso
de paz.
La asimetría entre el poder militar de Israel y el armamento de Hamás,
que incluye cohetes caseros, no le permite a este último representar una
amenaza mortal creíble para el primero.
Aterrorizar a la población civil a lo largo de la frontera entre Gaza e
Israel es aborrecible y no debe ser tolerado, pero tampoco es una amenaza
existencial para Israel, ni justifica el fuerte bombardeo de vecindarios
residenciales, hospitales y escuelas en la Franja de Gaza.
Israel podría destruir con facilidad los túneles a ambos lados de la
frontera sin reducir a escombros a miles de viviendas en el territorio gazatí.
El ataque israelí puede verse como una respuesta a la reciente
reconciliación entre el gobierno de la ANP en Ramalah y de Hamás en Gaza, y a
la formación de un gobierno de unidad palestino.
El respaldo de Estados Unidos y la Unión Europea al nuevo gobierno
palestino preocupó profundamente a Netanyahu, que procedió a sabotearlo. La
guerra de Netanyahu en Gaza desmiente que el líder estuviera buscando a un
“socio” palestino, como afirma.
Los antecedentes de los túneles de Hamás
Los gobiernos de George W. Bush (2001-2009) y de Israel apoyaron la celebración
de las elecciones en Gaza en enero de 2006. La victoria justa y convincente de
Hamás asombró a Washington y Tel Aviv, que procedieron a deslegitimar el
resultado electoral y a sabotear a la nueva administración.
El voto de los gazatíes por Hamás no obedeció a su ideología religiosa,
sino a su servicio a la comunidad y su resistencia al bloqueo israelí. La
corrupción legendaria de la administración de la ANP también favoreció al
movimiento islamista.
Las tres guerras de Gaza a partir de 2008 son, posiblemente, el
resultado directo de la negativa de Israel y de Estados Unidos a aceptar el
resultado electoral de 2006. De haber dialogado con Hamás, la calidad de vida
de los gazatíes habría mejorado notablemente, sin necesidad de recurrir a los
túneles para su economía o para los combates.
El camino a seguir
He sostenido que la solución de dos estados estaba muerta y abogué por
una nueva forma de pensar. Lo mismo ocurre con el actual conflicto.
Después de 47 años de ocupación, de nueve años de bloqueo a Gaza, dos
intifadas y tres guerras, Israel, los palestinos y Estados Unidos deben aceptar
el hecho de que la guerra, el terrorismo y la ocupación no pueden resolver el
conflicto palestino-israelí.
Con la muerte de la opción de los dos Estados, la convivencia pacífica
de israelíes y palestinos entre el mar Mediterráneo y el río Jordán solo podrá
lograrse mediante el nuevo paradigma basado en la justicia, la dignidad humana,
la igualdad y la tolerancia.
La inclusión de Hamás en las negociaciones para acabar de manera
permanente con el conflicto podría hacerse con una delegación palestina
conjunta, integrada por la ANP, Hamás y otras facciones. Pero para que esta
estrategia prospere debe incluir el cese del bloqueo de Gaza.
Cuando ambos pueblos transiten por este camino, rechazarán la lógica de
la ocupación y el terrorismo y se concentrarán en la construcción de un futuro
más esperanzador.
Por su parte, Estados Unidos debe descartar los inútiles intentos de
impulsar el llamado proceso de paz. En cambio, debemos comenzar las gestiones
para ayudar a los dos pueblos a poner el nuevo paradigma en funcionamiento
(Fuente: IPS. Foto: Mohamed Omer).
Acerca del analista: Emile Nakhleh es profesor investigador de la
Universidad de Nuevo México, miembro del Consejo de Relaciones Exteriores y
autor de “A Necessary Engagement: Reinventing America’s Relations with the
Muslim World” (Un compromiso necesario: la reinvención de las relaciones de
Estados Unidos con el mundo musulmán).
No hay comentarios:
Publicar un comentario