Después de nueve meses
ininterrumpidos de diplomacia alemana para desactivar la crisis en Ucrania, la
canciller Ángela Merkel decidió a mediados de noviembre que se necesitaba un
cambio de rumbo.
Antes de la cumbre de líderes
del G20 en Australia, Merkel decidió enfrentarse sola al presidente ruso, Vladimir Putin, sin el habitual grupo de
intérpretes y colaboradores.
En lugar de desafiarlo sobre
lo que considera una serie de promesas incumplidas, le iba a pedir al
mandatario ruso que explicara exactamente qué quería en Ucrania y en otros ex satélites
rusos que el Kremlin había comenzado a bombardear con propaganda.
El 15 de noviembre a las 10 de
la noche, a un mundo de distancia de la creciente violencia en el este de
Ucrania, ambos líderes se reunieron en el octavo piso del Hilton de Brisbane.
La reunión no resultó como se esperaba.
Durante casi cuatro horas,
Merkel -a quien se sumó cerca de la medianoche el nuevo presidente de la
Comisión Europea, Jean-Claude Juncker- trató de lograr que el ex agente de la
KGB, que habla un alemán fluido, bajara la guardia y expresara claramente sus
intenciones.
Pero todo lo que la canciller
obtuvo de Putin, dijeron a Reuters funcionarios a quienes se les informó de la
conversación, fueron las mismas negativas y evasivas que había estado
escuchando durante meses.
"Él irradió frialdad",
dijo un funcionario sobre el encuentro.
La reunión en Brisbane elevó
los niveles de frustración de Berlín a nuevos límites, tras otro encuentro en
Milán un mes antes, donde Putin hizo promesas sobre el comportamiento ruso en
el este de Ucrania que los funcionarios alemanes dicen que fueron rotas en
cuestión de días.
Merkel llegó a un callejón sin
salida con Putin.
Desde febrero, cuando el
presidente ucraniano prorruso Viktor Yanukovich huyó de Kiev en medio de unas
protestas violentas en la plaza Maidan, Alemania tomó el liderazgo para
intentar convencer a Putin de que dialogara con Occidente.
Merkel ha hablado con él por
teléfono tres docenas de veces. Su ministro de Exteriores, Frank-Walter
Steinmeier, miembro de los socialdemócratas (SPD), tradicionalmente un partido
más cercano a Rusia, ha invertido cientos de horas en tratar de asegurar una
solución negociada al conflicto.
Ahora, según funcionarios
alemanes, se han quedado sin ideas sobre cómo persuadir al líder ruso. Los
canales de comunicación con Putin seguirán abiertos, pero Berlín está
preparándose para un largo distanciamiento, similar a una segunda Guerra Fría.
"Pienso que necesitamos
prepararnos para un conflicto prolongado en el que Rusia usará todos los medios
a su disposición", dijo Norbert Roettgen, presidente del comité de Asuntos
Exteriores del parlamento alemán (Bundestag) y miembro del partido conservador
de Merkel, a Reuters.
La frustración de Merkel fue
evidente durante un discurso en Sídney, dos días después de reunirse con Putin.
En un lenguaje inusualmente duro, acusó a Rusia de pisotear la ley
internacional con un "pensamiento antiguo" basado en esferas de
influencia.
"Después del horror de
dos guerras mundiales y el fin de la Guerra Fría, esto pone en cuestión el
orden pacífico en Europa", declaró.
No obstante, para Merkel el
desafío parece estar evolucionando desde un rápido toma y daca a un juego de
paciencia, en que Occidente poco a poco presiona a la complicada economía rusa
con la esperanza de que Putin finalmente pestañee.
"Porque hemos descartado
la guerra, alguien puede pensar que puede hacer lo que quiera con
nosotros", dijo el mes pasado en una iglesia alemana donde fue bautizada a
una audiencia que, como a ella, se le enseñó en su juventud el amor a la madre
Rusia.
"No lo
permitiremos", añadió (Fuente: Reuters).
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