La puesta en marcha
de una iniciativa social destinada a sacar a
las comunidades blancas de los poblados chabolistas ha provocado debate en Sudáfrica y
acusaciones de racismo hacia sus promotores, que se defienden y aseguran que
sólo quieren ayudar a "su gente".
"Hay obras de caridad para la
educación, por ejemplo, de los niños zulús, y no hay ninguna polémica. En el
mundo hay proyectos de caridad para todo tipo de colectivos y grupos
étnicos", argumenta Sunette Bridges, directora del proyecto como líder de
la Liga de Mujeres Boer.
Bridges
-responsable de la campaña Octubre Rojo, calificada de racista en
Sudáfrica y que sostiene que la minoría blanca sufre un
"genocidio" a manos de los negros- ha adquirido con financiación de
sus simpatizantes un trozo de tierra en Krugersdorp (oeste de Johannesburgo),
donde en pocas semanas echará a andar el proyecto.
La primera idea era alojar en la comunidad - en la que vivirán 50
familias y que tiene como modelo los "moshavim" o cooperativas
agrícolas autosuficientes de los pioneros sionistas en Palestina- a familias
blancas en riesgo de exclusión social, para evitar su llegada a campos de caravanas
o chabolas.
Pero el traslado por parte de las
autoridades de un grupo de unos 300 blancos del asentamiento en que vivían a un
antiguo vertedero en Krugersdorp les ha obligado a cambiar los planes y ofrecer
a 25 de estas familias una nueva vida en Kleinvallei (nombre de la nueva
comunidad).
Bridges mantiene, citando datos de
organizaciones de la sociedad civil afrikáner, que entre 600.000 y 800.000
blancos sudafricanos, en su mayoría afrikáners, viven en poblados chabolistas
debido a la supuesta imposibilidad de encontrar trabajo por la discriminación
positiva del Gobierno hacia la mayoría negra.
Sin embargo,
como la web de verificación Africa Check
publicó recientemente, menos de 8.000 hogares blancos viven, según cifras oficiales,
en asentamientos informales, lo que supondría, tomando la media
nacional de cuatro personas por hogar, que 31.000 de los cerca de 4,5 millones
de blancos sudafricanos viven en estas condiciones.
Uno de ellos es el ingeniero Jaap
Jovner, de 68 años, que perdió hace años su trabajo en una central eléctrica y
no ha vuelto a tener un empleo desde entonces.
A la espera de que la comunidad esté
lista, Jovner ha comenzado ya a trabajar en el jardín y los campos de
Kleinvallei, y transmite a Bridges con lágrimas en los ojos su impaciencia por
empezar allí una nueva vida.
La mayoría de los vecinos de Jovner
en el asentamiento son afrikáners como él, muchos de ellos viejos funcionarios
o empleados públicos de bajo rango cuyos puestos -antes reservados
preferentemente para los afrikáners- son ocupados hoy por negros.
Uno de los vecinos
del ingeniero en las chabolas es Pierre
Potgieter, que no podrá acompañarle a Kleinvallei porque su mujer, Ruth Ngope,
con la que lleva casado 17 años, es negra.
Su historia, chocante para muchos veinte años después de la caída del
"apartheid", apareció en la prensa en inglés y afrikaans, y provocó
denuncias de racismo contra Bridges, quien se justifica explicando que
la iniciativa es para gente blanca y que, de aceptar a alguien negro, no
sabrían "donde trazar la línea".
Bridges, como el partido nacionalista
afrikáner Freedom Front Plus que la apoya, abogan para Sudáfrica por un sistema
federal que otorgue altos niveles de autonomía a bloques basados en su
identidad cultural y étnica, un modelo en el que creen también algunos grupos
-también minoritarios- zulús y de otras tribus negras.
"Estructuras de liderazgo
tradicional como los reinos tribales también fueron formalmente reconocidas
(por la Constitución democrática). Los grupos que se aíslan a ellos mismos del
resto del país sin interferir en los asuntos de nadie son tolerados",
explica a Efe el analista político Ivo Vegter. (Fuente: EFE).
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