Hula Khadoura, de 13 años,
está sentada en el sofá de la casa de su abuelo en el barrio de Tuffah, en la
ciudad de Gaza, y en el regazo tiene a sus hermanos mellizos, Karam y Adam, de
un año.
“Estoy tan feliz de que
llegaran”, dice sonriente, con los biberones de los niños en sus manos.
Un aura misteriosa y hasta
milagrosa rodea al nacimiento de los mellizos, ya que su padre, Saleh Khadoura,
pasó los últimos 11 años en una prisión israelí y no tuvo contacto físico con
su madre, Bushra, desde entonces.
"Después
del sufrimiento que pasé con cada visita (a la cárcel), con los cacheos y la
humillación, con este embarazo, con Karam y Adam quería mostrar que se pueden
infringir las reglas": Bushra Abu Saafi.
La gente dice que los mellizos
son “bebés especiales”, pero Hula no entiende del todo la razón de tanto
alboroto. Ella ignora por completo los obstáculos extraordinarios que el esperma
de su padre tuvo que superar para alcanzar los óvulos de su madre.
Embajadores de la libertad
Bushra Abu Saafi es una de las
aproximadamente 30 mujeres palestinas que concibieron hijos desde 2013 con el
esperma sacado clandestinamente de las cárceles israelíes donde están detenidos
sus maridos.
La organización defensora de
los derechos humanos Addameer indica que actualmente hay unos 5.750 presos
políticos palestinos detenidos en Israel, de los cuales alrededor de 5.550 son
hombres.
Las mujeres cuyos maridos
cumplen condenas de décadas de duración no quieren que las mismas autoridades
que se llevaron a sus maridos también les arrebaten el sueño de formar una
familia o aumentar el tamaño de la que tienen.
Hasta hace poco, el Servicio
de Prisiones de Israel dudaba que el contrabando de esperma fuera posible. El
portavoz Sivan Weizman declaró a los medios de comunicación que las estrictas
medidas de seguridad lo hacían muy improbable. Recientemente, sin embargo, el organismo
reconoció que puede ser un problema.
La Autoridad Nacional
Palestina y el movimiento Hamás, por su parte, nunca tuvieron duda alguna y
apoyaron financieramente a las mujeres que deseaban probar este método de
concepción muy poco convencional.
En mayo, el Ministerio de
Prisioneros Palestinos incluso organizó una fiesta de cumpleaños colectiva en
Gaza para los pequeños “embajadores de la libertad”, como se les dice a los
bebés nacidos de esta manera.
Familias separadas
“Fue mi marido quien sugirió
que probáramos el tratamiento de fertilización in vitro con su esperma
clandestino”, informó Bushra a IPS, desde el apartamento de su padre, donde
vive con sus cinco hijos.
La mayoría de los hogares
palestinos tienen al menos un familiar recluido en una prisión israelí.
Para una población bajo
ocupación como esta, los presos políticos son parte de la identidad colectiva,
y son adoptados por la sociedad como hermanos, hermanas, madres o padres
perdidos hace tiempo y a los cuales se conmemora en las marchas del Día de los
Presos y en manifestaciones periódicas.
En el ámbito privado, los
presos siguen siendo personas individuales y ocupan lugares destacados en el
hogar. Sus artesanías se exhiben con orgullo, sus fotos adornan las
habitaciones y el vacío que dejaron tras de sí aún es palpable.
En el salón de Bushra hay una
foto de su marido, sonriente desde su marco rodeado de flores y ubicado en una
mesa auxiliar. Saleh fue detenido a los 23 años y acusado de pertenecer a la
Jihad Islámica. Habían estado casados durante cinco años y solo dos de sus
hijos pudieron pasar algún tiempo con él en familia.
Cuando Saleh fue a parar a la
cárcel, Bushra estaba embarazada de Ahmed.
“No han sido fáciles estos
últimos 11 años. Lo extrañamos terriblemente, mi hijo Ahmad especialmente. Él
no sabe lo que significa la palabra ‘padre’. ‘Cuando sea grande quiero ser como
el abuelo, me repite”, cuenta Bushra.
La vida contrabandeada desde
la cárcel
La idea de un cuarto embarazo
fue algo que Bushra no tomó a la ligera, y su padre se preocupaba por la
presión adicional.
“Cuando Saleh me lo propuso
desde la cárcel, tenía mis dudas. A mi familia y a mí nos preocupaba qué diría
la gente. ¡Imagínese, embarazada y con el marido en la cárcel!”, exclamó.
El consejo que se le dio, al
igual que a las otras mujeres sometidas a la fertilización in vitro de esta
manera, fue que les dijera a todos en su familia y en su pueblo que el esperma
de su marido había sido extraído de la prisión y que sería utilizado para la
inseminación.
Desde entonces, las estaciones
de los medios de comunicación locales ayudaron a difundir la historia y tanto
la sociedad palestina como las autoridades religiosas dieron su apoyo al
proceso.
“Al final, mi padre entendió
que era mi deseo tener otro bebé y apoyó mi elección”, dijo Bushra. Pasaron dos
meses y muchas pruebas antes de que estuviera lista para la operación.
Aunque las mujeres no desean
hablar de cómo es que el esperma sortea la seguridad israelí y sale de la
cárcel, se reconoce que puede ser colocado en la ropa de los hijos de los
reclusos, sin que estos lo sepan.
Cuando las esposas visitan la
cárcel, solo pueden hablar por teléfono con sus maridos a través de un vidrio,
mientras que los hijos son los únicos que tienen permitido el contacto físico
al final de la visita.
Las clínicas que realizan la
operación en Gaza y Cisjordania informan que el esperma les llega en diversos
recipientes improvisados, como envolturas de dulces y frascos de gotas para los
ojos.
“La preparación, la espera,
todo era muy difícil. Pero cuando supe que estaba embarazada, la presión cesó y
finalmente celebramos”, contó Bushra. La doble sorpresa vino después, cuando le
dijeron que esperaba mellizos.
“Después del sufrimiento que pasé con cada
visita (a la cárcel), con los cacheos y la humillación, con este embarazo, con
Karam y Adam quería mostrar que se pueden infringir las reglas”, expresó.
La fertilidad y la resistencia
no violenta.
Según Liv Hansson,
especialista danesa en salud pública que investigó la fertilidad en Palestina,
la práctica del contrabando de esperma resalta el vínculo entre la fertilidad y
la resistencia a la ocupación.
“En un contexto como el de
Palestina, donde las mujeres tienen una buena educación y la mortalidad
infantil es baja, la demografía clásica prevé una tasa de fecundidad menor” de
la que existe, explicó Hansson a IPS.
Entonces, la alta tasa de
fecundidad registrada en Palestina entre 2011 y 2013, de 4,1 hijos por mujer en
sus años reproductivos, debe verse a la luz de la actual ocupación israelí.
De hecho, los palestinos
consideran la fertilidad como parte de su resistencia contra la ocupación
militar israelí.
Por su parte, Israel considera
que las altas tasas de fecundidad en Cisjordania y Gaza, y en las zonas de
mayoría palestina dentro de Israel, como una amenaza muy real. Hablar de la
“bomba de tiempo demográfica” – el momento en que los palestinos superarán en
número a los judíos israelíes – es muy común.
“Una famosa declaración del ex
presidente palestino Yasser Arafat aseguraba que ‘los vientres de las mujeres
palestinas son la mayor arma que tiene Palestina’”, recordó Hansson a IPS.
“La fertilidad se ve como algo
de interés no sólo para la familia, sino para la comunidad, la sociedad en
general y para los políticos también”, concluyó. (Editado por Phil Harris /
Traducido por Álvaro Queiruga/IPS).
No hay comentarios:
Publicar un comentario