Por un improvisado túnel,
entre humo artificial, emerge una robusta mujer de baja estatura vistiendo un
lujoso traje aymara naranja: holgadas polleras que rozan el suelo, amplia manta
y un coqueto sombrero. Se prepara para entrar al ring.
Es "Ángela, la
folklorista", protagonista de la lucha libre de mujeres de pollera
(conocidas como cholitas), que se presenta los domingos por la tarde en un
centro deportivo de la ciudad de El Alto, vecina de La Paz, ciudad aymara más
joven de Bolivia.
"Ángela" se desplaza
por el cuadrilátero con sensuales movimientos al ritmo de la morenada, una
danza folklórica tradicional. Saluda al público con su amplia sonrisa que deja
escapar los destellos de sus dientes enchapados en oro. Coquetea con los
turistas, los saca a bailar y, con picardía, los besa en los labios, ante la
euforia del público.
El escenario es un centro
deportivo que congrega a unos 250 espectadores. Unos 60 turistas, algunos
asiáticos, están en primera línea.
En las afueras del escenario,
un cartel en inglés anuncia: "Cholita Wrestling. Every Sunday Show.
Bizarre entertaining. Holy Crap. Crazy Weird".
Concluida su pasarela,
"Ángela" sube ágilmente al cuadrilátero, trepa a las cuerdas del ring
y, con los brazos abiertos, recibe la ovación de los aficionados en las
graderías.
Aguarda en el ring a su
contrincante, "Carla Greta", una ruda luchadora que viste traje
turquesa y falda reducida.
Se multiplican los golpes y
los puntapiés ficticios. Con acrobáticos movimientos, las mujeres
"vuelan" y caen aparatosamente sobre la lona, exponiendo sus enaguas.
"Carla Greta" agarra del cuello a "Ángela" y está a punto
de ahorcarla con sus propias trenzas.
Aprecia el espectáculo Audrey,
una turista francesa, que llegó por "recomendación de una amiga",
mientras que Emilio, un español, vino a pasar una "tarde distinta".
Para estas
"cholitas", la lucha libre es también un combate por la vida. Muchas
son madres que convirtieron su espectáculo en un negocio, dada su atracción
turística, y cobran por tomarse fotografías o dar entrevistas.
Pero no es un trabajo fácil.
Requiere un duro entrenamiento, tanto que, de cada 10 aspirantes, sólo una se
convierte en cholita luchadora, según Ramiro Siñani, presidente de la Asociación
de Lucha Libre los Titanes del Ring (Fuente: AFP).
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