CRISIS DE LA EUROZONA:
CONSECUENCIAS
Y LECCIONES PARA AMÉRICA LATINA
Por: Javier Farje Moscoso
Corresponsal del Kiosko de URPI en Londres
Durante la asamblea general de la ONU en setiembre del 2011, la
presidenta de Brasil, Dilma Rousseff , hizo algo que hasta hace unos años
habría sido impensable de una lideresa política del anacrónicamente llamado
Tercer Mundo: regañó a los países industrializados por no manejar bien su
economía.
Brasil, que ha
superado al Reino Unido en el envidiable ranking de potencias económicas, tiene
serias razones para preocuparse. La crisis de la Eurozona amenaza con poner en
peligro el crecimiento económico de la región. El Fondo Monetario Internacional
(FMI) dice que la economía latinoamericana crecerá en 3.6 por ciento este año,
casi un punto porcentual menos de lo pronosticado hace un año, debido
precisamente a la crisis del Euro. Esto debido a un bajón en el nivel de exportaciones
latinoamericanas a Europa, debido a que se ha encogido el mercado de consumo en
el viejo continente.
El Banco Interamericano de Desarrollo advirtió a comienzos de julio que la crisis del Euro constituye “el
mayor riesgo externo” para las economías latinoamericanas. A pesar de ello, la
región está bien equipada para soportar los embates de la crisis del Euro.
China, uno de los principales mercados para la exportación de materiales primas
provenientes de América Latina, no ha sido afectada por la crisis europea,
entre otras razones porque Europa no es su principal mercado de exportaciones.
A pesar de ello, sería demasiado riesgoso que América Latina se eche a
descansar sobre sus laureles, entre otras razones porque la crisis del Euro
puede dar origen a la “década perdida” en Europa, un período desprovisto de
crecimiento económico, con serios recortes estatales, reducción de salarios y
pensiones y falta de confianza del consumidor,
lo que podría repercutir a más largo plazo en las exportaciones
latinoamericanas hacia Europa.
Lecciones
Hay quienes
consideran que Europa puede aprender de América Latina, que, como sabemos, tuvo
su propia década perdida en los 80, para buscar una solución a su crisis.
Medidas como las severas políticas de disciplina fiscal, la reducción del aparato del estado,
los recortes en los servicios públicos
para pagar la deuda externa y el control de la inflación son vistas como
posibles soluciones para la crisis europea. Lo que no parecen tener en cuenta
quienes proponen estas soluciones es que el precio social fue tan alto en
América Latina que los niveles de pobreza aumentaron en 10 por ciento en
relación a la década anterior, los niveles de crecimiento económico fueron
pobres – un promedio de 2 por ciento anual – y los derechos del trabajador fueron conculcados a nombre de ese cruel
eufemismo llamado ‘flexibilidad
laboral’.
Hay, en todo caso, diferencias claras. La crisis en la Eurozona es más
grave porque el porcentaje de deuda pública en relación al producto bruto
interno promedio en Europa es mayor que en América Latina en los 80’. Al mismo
tiempo, la región sufrió los efectos de los altos precios del petróleo y los
gobiernos de la región, o eran dictaduras ineficientes o democracias en
pañales, que no tenían una política coherente y que aceptaban los dictados del
FMI y el Banco Mundial a pies juntillas. Y estas medidas, algunas de las cuales
el Fondo quiere poner en práctica en Europa, fueron contraproducentes.
La liberalización
excesiva de las inversiones extranjeras en la región trajo como consecuencia
niveles de libertinaje tales, que gran parte de las ganancias salieron de los
países de origen. La privatización de empresas del estado provocó, además, un encarecimiento de servicios
básicos, y la flexibilización del
mercado laboral produjo una legión de trabajadores mal pagados o desempleados.
La mitad del continente terminó viviendo bajo la línea de pobreza. El cacareado
crecimiento económico no se produjo sino hasta cuando muchos gobiernos de la
región, hartos del FMI y sus recetas mal condimentadas, empezaron a reducir sus
pagos de la deuda externa y establecieron medidas de control al flujo de
capital extranjero.
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