La invasión morisca, a la que siguieron ocho siglos de
lucha defensiva, en el curso de la cual
se trasmitió al defensor cristiano el alma islámica del invasor, hizo a España
todavía más africana, y así fue dos veces verdad que España fue el don del
cinturón marítimo de Noráfrica a Europa. Esa fue la misma faja costera que en
los primeros siglos de la era cristiana dio a Europa las grandes figuras de San
Agustín y Tertuliano. Guardémonos de despreciar a África como madre de razas.
“El Continente Negro – dice el conde de Keyserling – posee más potencia
creadora que cualquier otro del mundo. Todo lo que tiene su origen en África,
sigue siendo siempre africano en mente y espíritu”. Al español se le ha llamado
el eterno africano, y por su mediación se imprimió para siempre en las pampas y
sierras de la América Hispana el sello indeleble del África.
(*) Tomado
de “El otro Cristo español” del Dr. Juan A. Mackay, quien vivió en España,
Perú y México. Su aprehensión de la
cultura hispana e hispanoamericana se debió tanto a su estadía en esos países
como al contacto con personajes de renombre literario como Don Miguel de
Unamuno en España, así como su estudio profundo de las obras literarias desde
el Siglo de Oro hasta principios del siglo actual.
Rincón literario de URPI para los que inspiran sus
acciones en la lectura.
Boletín virtual de los sábados.
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