sábado, 18 de mayo de 2013

PÁGINAS MEMORABLES: LOS EDIFICIOS CRECEN, LOS HOGARES DECRECEN


POR: RICARDO VERÁSTEGUI LÓPEZ

 

Con una celeridad impresionante se vienen construyendo en nuestro país miles de viviendas que van cambiando el paisaje urbanístico de Lima y las principales capitales de región.

Hecho que nos parece hablar de familias deseosas de tener un techo seguro y disfrutar de un hogar para los suyos.

Sin embargo, un significativo número de estos edificios, de variado precio y diverso estilo arquitectónico, se está convirtiendo en un lugar de paso o de breves encuentros entre sus ocupantes, donde el calor del hogar está ausente porque éste simplemente no existe.

El hogar, que se supone es la fragua donde sus miembros dialogan, donde se preocupan los unos por los otros, donde intercambian ideas para apoyarse mutuamente en la proyección de sus existencias, es el gran ausente de modernos y, muchas veces, bellos condominios.

Para que exista hogar no basta que estén conviviendo padres e hijos en un mismo ambiente, donde cada uno parece un alma en pena quejándose de todo o atendiendo a su celular mientras come o centra su atención en lo que transmite un televisor.

Para que exista hogar es necesario que la vitalidad de nuestro espíritu la circulemos con nuestros próximos en una verdadera comunión de esperanzas y proyectos compartidos, donde sintamos la solidaridad del otro que  es distinto a nosotros, que representa una identidad diversa a la nuestra que debemos respetar, pero que es, a la vez,  igual a nosotros por ser una persona humana, con los mismos derechos y responsabilidades.

Este ágape, fruto de un diálogo basado en la equidad y la concertación de voluntades, enriquecerá nuestro ser y lo  sacará de su individualismo para convertirlo en un ser para el otro que, con su alteridad, nos recordará que no es posible proyectarnos hacia las metas que deseamos si permanecemos como islas, aislados de los demás, sin trazar puentes que nos posibiliten intercambiar lo mejor de nosotros y nos hagan superar nuestros errores. Errores que cometemos por ser seres contingentes, pero que, precisamente, por serlo podemos resolver en un espíritu de fraternidad que, muchos hemos perdido desde que Caín asesinó a su hermano Abel.  

 

(*) Periodista.

 

 

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