Por:
Ricardo Verástegui López
Malala Yousafzai, la joven paquistaní abaleada el año
2012 por su compromiso porque las mujeres de su país y de todos los países
puedan acceder a la educación, así como también los hombres, como “una manera
de reivindicar nuestra dignidad como seres humanos”, ha sido galardonada ayer
con el Premio Nobel de la Paz 2014.
Premio más que merecido
para una persona con dimensiones humanas de gigante en un mundo poblado de
miserias e injusticias seculares.
A pesar de haber sobrevivido
a un atentado criminal perpetrado por extremistas talibanes en el mes de
octubre del 2012, debido a su decidida lucha, ha continuado desde el Reino
Unido en procura de la realización de su ideal: educación para todos los niños
y todas las niñas del Islam.
Esta joven estudiante de
apenas 17 años de edad, por su fértil trayectoria hecha en pocos años, fue
condecorada por el Parlamento Europeo (PE) el año 2013 con el premio Sájarov a
la Libertad de Conciencia.
Al anunciar oficialmente el premio conferido a
Malala, el presidente del PE, Martín Schulz,
manifestó, en esa oportunidad, estar satisfecho porque el PE haya
premiado a “una niña que ha demostrado tener más coraje que muchos adultos”.
Schulz afirmó que “Malala tiene el coraje de
levantar la voz por los derechos de las niñas y además anima al resto.
Malala Yousafzai es, para
todos los ciudadanos y todas las ciudadanas, que aspiramos a tener una vida de
calidad donde nuestra existencia sirva para construir nuestros proyectos en una
paz basada en la justicia, un paradigma a seguir.
(*) Ricardo Verástegui López, periodista y jefe de proyectos de
Urpi Consultores.
Rincón literario de URPI
para los que inspiran sus acciones en la lectura.
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