Entre la multitud que atestó
ayer el Santuario de Fátima en Portugal,
una mujer sexagenaria se abrió paso a
duras penas para recorrer hasta el final un pasillo de 300 metros que desemboca
en la capilla, y no cejó hasta lograrlo. Con dificultades para ponerse en pie
por el dolor, asegura: "Valió la pena".
Manuela Moreira, de 63 años,
cumplió así una promesa que le hizo el 13 de mayo, del año 2014 y en este mismo
lugar, a la Virgen de Fátima. Tras recorrer casi 200 kilómetros a pie en los
últimos trece días, cumple el último tramo de rodillas (sin protección)
acompañada de su hija, quien de pie avisa a los que no respetan el pasillo para
que se retiren y la dejen pasar.
"El año pasado mis hijos
estaban en el paro y ahora ya tienen empleo. Siempre hay que creer y tener fe,
no podemos bajar los brazos", explica en declaraciones a Efe, todavía con
la respiración entrecortada por el esfuerzo.
La historia de esta mujer
portuguesa es sólo una más entre las de cerca de 200 mil almas que se apiñaron en torno a un altar,
por momentos en medio de un silencio sobrecogedor, mientras crepita una pira de
fuego donde los peregrinos tiran toneladas de velas de cera.
Bienvenidos al Santuario de
Fátima, en la zona centro de Portugal, donde hace 98 años tres niños pastores
fueron testigos de las apariciones de la Virgen y les fueron revelados tres
secretos, según el relato oficial de la Iglesia Católica.
Las apariciones marianas
arrancaron un 13 de mayo de 1917, en una zona prácticamente sin población, un
descampado conocido como Cova de Iria. Hoy se ha convertido en un municipio
-llamado así oficialmente desde 2003- que vive por y para los peregrinos, con
decenas de hoteles, bares y tiendas de "souvenirs" religiosos.
"Si no se llega a
aparecer la Virgen, no creo que estuviéramos aquí", admite Jacinta Marto,
una de las vecinas de la localidad, propietaria de uno de estos comercios y que
afirma que es, a la sazón, prima segunda de uno de los tres pastorcillos
protagonistas del "milagro" (todos ellos ya fallecidos).
"En aquellos años éramos
pobres, se vivía de la agricultura y el pastoreo, sólo después de las
apariciones empezaron a llegar muchos peregrinos y muchas familias comenzaron a
construir casas aquí para acogerlos", explica frente a un mostrador lleno
de velas y recuerdos.
Su caso es un buen ejemplo de
lo ocurrido en la localidad, ya que sus padres fueron de los primeros en
establecer allí su residencia. Hoy son dueños de un hotel con 140 camas.
En estos días, el pueblo se ve
desbordado por la llegada de miles de peregrinos y los alrededores del
Santuario están llenos de tiendas de campaña, mesas de "cámping" y
sillas plegables.
Frente al trajín y la
algarabía que se respira en el exterior, en el interior del recinto -todo al
aire libre- el ambiente es por momentos cargado y solemne, con rezos
multitudinarios, velas encendidas y ojos enrojecidos por las lágrimas.
La parte más turbadora de
Fátima llega con las ofrendas de miles de figuras de cera a la Virgen, que
varían en función de en qué área quiere ayuda cada peregrino. Hay
reproducciones de bebés enteros -el que mide un metro se vende a 65 euros-,
pero también de cabezas, pies, piernas, ojos, páncreas o incluso cosas más
terrenales, como casas y coches.
La mayoría de peticiones y
promesas están relacionadas con la salud, y son muchos los que coinciden en
atribuirle a la Virgen de Fátima dotes milagrosas.
"De pequeño tuve un problema
con una pierna. Antes paseaba la Virgen de Fátima por España de pueblo en
pueblo, y mi padre me llevó, y para mí fue un milagro. Yo al día siguiente
andaba perfectamente", recuerda Timoteo Aranda, natural de la provincia de
Badajoz.
"Cuando tengo alguna
preocupación, le pido ayuda y soy oída. No vengo por promesa, sino por
agradecimiento", corrobora a su lado la portuguesa Margarita Marques.
La seriedad que preside la
peregrinación contrasta en ocasiones con la actitud de aquellos que aprovechan
el momento para hacerse "selfis", o autofotos -brazos extensibles
incluidos-.
De hecho, ni siquiera algunos
de los sacerdotes que participaron en la eucaristía se resistieron a la
atracción de las nuevas tecnologías. Con el rosario en una mano y el teléfono
móvil en la otra, inmortalizaron la impresionante estampa que formaban las
cerca de 200 mil personas que rindieron, entre el martes 12 y el miércoles 13, tributo a la
Virgen de Fátima (Fuente: EFE).
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