No se dirigieron
específicamente a las mujeres, pero políticas sociales como subsidios
familiares y pensiones contribuyeron a mejorar su vida en América Latina, la
región que más avances registró este siglo en materia de género, pese a
que todavía persisten enormes deudas.
La brasileña Luiza Carvalho, directora
regional de ONU Mujeres para América Latina y el Caribe, , aseguró que esa
realidad se constata en cada uno de los informes de la organización que
promueve la igualdad de género en el mundo.
“Es interesante notar que
dentro de todas las regiones del mundo, América Latina, de hecho, es la que
observó mayores progresos”, sostuvo Carvalho en entrevista con IPS, durante la Conferencia Internacional “Las mujeres y la
inclusión social: de Beijing a Post 2015”, realizada en la capital
argentina entre el miércoles 6 y el viernes 8.
El avance latinoamericano,
detalló Carvalho, “no fue tanto por las políticas económicas, al contrario,
sino por las políticas sociales, que aunque no necesariamente tenían como
objetivo promover a la mujer específicamente, terminaron beneficiándola mucho,
directa e indirectamente”.
“La mujer
depende de un articulado conjunto de políticas sociales y económicas... Todas
las políticas, en sus diferentes niveles, influencian a la mujer y pueden
mejorar o empeorar la desigualdad de género": Luiza Carvalho.
Entre esos programas de
transferencia de renta destacan el brasileño de la Beca Familia, el argentino
de la Asignación Universal por Hijo, el ecuatoriano del Bono de Desarrollo
Humano o el mexicano de Prospera.
También influyeron
positivamente medidas como la mejora del salario mínimo, que no incluyó una
perspectiva de género, pero que benefició a las mujeres que están entre
los que mayoritariamente lo perciben. Ello aumentó su poder de compra y, en
consecuencia, su capacidad de decisión y “de control sobre algunos asuntos
domésticos”, dijo.
Lo mismo sucedió con
iniciativas de protección del trabajador informal y con la creación de
pensiones no contributivas, entre las que Carvalho mencionó las de Argentina,
Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica y México.
Como medida de los diferentes
planes de transferencia de renta, “no hay duda que hubo una disminución de la
pobreza extrema en toda América Latina. Con la mejoría del poder adquisitivo,
del salario mínimo y la extensión de las pensiones no contributivas también
hubo una modificación significativa en la desigualdad de género”, subrayó.
Sin embargo, recalcó, esos
programas tienen el hándicap de que hacen hincapié en la responsabilidad de la
mujer como madre.
“Sus condicionalidades son
para la mujer. La mujer tiene que ayudar a los niños a permanecer en la
escuela, la mujer tiene que darle vacunas. Y esas condicionalidades no
refuerzan un papel más responsable del hombre en la crianza de los hijos”,
opinó.
“Si queremos ir más allá de
esos logros, las políticas deben ser focalizadas”, reafirmó Jessica Faieta, ,
directora regional del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD),
al referirse a lo que denominó como “la segunda generación de políticas
sociales”.
“Deben ser políticas dirigidas
directamente a incluir a las mujeres en estos logros del desarrollo que no han
llegado a todos”, puntualizó a IPS. Entre esos “grupos excluidos”, destacan las
mujeres, especialmente las campesinas, los indígenas y los afrodescendientes.
Faieta destacó que la
inclusión social femenina tiene un impacto positivo en la eliminación de la
pobreza, mientras que Carvalho lo definió como un “círculo virtuoso” para el
desarrollo.
“Está probado que incluir
mujeres tiene un rédito más amplio. Emplear más mujeres, darles un pago más
equitativo, tiene un alcance que va más allá de ellas mismas, va a la familia”,
puntualizó Faieta.
“América Latina tiene eso muy
claro. Tanto que estamos viendo la expansión de esos programas en África y en
su introducción en Asia, que están replicando sus experiencias positivas”,
explicó Carvalho. Para apuntalar este proceso, el PNUD y el brasileño Instituto
de Investigación Económica Aplicada buscan actualmente sistematizar las
iniciativas regionales.
“Hay una posibilidad de
cooperación Sur-Sur muy importante”, enfatizó Faieta.
En la jornada inaugural del
encuentro internacional de Buenos Aires En el encuentro participaron la
directora ejecutiva de ONU Mujeres , la
sudafricana Phumzile Mlambo-Ngcuka, y la administradora mundial del PNUD,
la neozelandesa Helen Clark.
En la reunión, convocada por
esas dos agencias de la ONU y el gobierno argentino, han participado delegadas
de las diferentes regiones del mundo, con el objetivo de evaluar los desafíos
que persisten para la población femenina 20 años de la Conferencia
Mundial sobre la Mujer, realizada en Beijing en 1995.
A nivel regional, Carvalho
mencionó entre esos retos los altos indicadores de mortalidad materna, la
violencia contra la mujer y su expresión más grave: los feminicidios.
“De los 28 países de mayor
índice de feminicidios en el mundo, ¡14 están en nuestra región!”, lamentó.
Un fenómeno que atribuyó tanto
a “una ausencia del Estado, que responda con medidas de prevención” como
a “una cultura machista muy entronizada, en una visión de la mujer como
una propiedad, como parte de una colección particular de un hombre”, así como a
“cuestiones legales que impiden que tenga acceso a tierra o a crédito”.
El “empoderamiento económico
de las mujeres”, es otra deuda latinoamericana, añadió Faieta. Pese
a los avances regionales, “todavía es la mujer la que sufre mayor desempleo. El
pago por igual trabajo, sigue siendo menor para las mujeres”, ejemplificó.
Pese a ello, el informe “El
progreso de las mujeres en el mundo 2015-2016: transformar las economías para
realizar los derechos”, lanzado por ONU Mujeres el 27 de abril, registra ese
avance al indicar que entre 1990 y 2013, el mayor aumento mundial en la
participación femenina laboral se dio en América Latina.
Durante ese periodo, esa
participación pasó de 40 por ciento a 54 por ciento, aunque lejos de la
masculina, de 80 por ciento.
El informe añade que la brecha
de género persiste en las remuneraciones latinoamericanas, que es de 19 por
ciento, pero es más limitada del promedio mundial, de 24 por ciento.
Asimismo, en todos los países
latinoamericanos con encuestas sobre el uso horario, las mujeres dedican entre
el doble de tiempo y cinco veces que los hombres al trabajo no remunerado.
También hubo logros como
la inclusión política de las mujeres, en la región del mundo con el mayor
número de jefas de Estado y de gobierno.
Once países aprobaron leyes de
cuotas políticas, en los parlamentos, 26,4 por ciento son mujeres y en los
gobiernos hay en promedio 22,4 por ciento de ministras, la mayor proporción
mundial, aunque todavía no lo deseable para una democracia inclusiva, según
Faieta.
“Está claro que la
transferencia condicionada de renta, no va a resolver todo. Por eso también
tienen que implementarse otras políticas”, aclaró Carvalho.
Políticas específicas de
género pero además macroeconómicas, fiscales y monetarias.
Carvalho criticó el recorte de
programas sociales, que “afectan a la sociedad como un todo pero
prioritariamente a la mujer” porque disminuyen las políticas de educación y
salud, y otras que “aumentarán más su carga doméstica”.
“La mujer depende de un
articulado conjunto de políticas sociales y económicas… Todas las políticas, en
sus diferentes niveles, influencian a la mujer y pueden mejorar o empeorar la
desigualdad de género”, sintetizó.
“No puede haber igualdad de
género sin justicia, inclusión, crecimiento y desarrollo social”, reafirmó la
ministra argentina de Desarrollo Social, Alicia Kirchner, durante la
inauguración de la conferencia.
Por eso según Clark, del PNUD,
en la global Agenda de Desarrollo Post 2015, que se definirá en septiembre,
es crucial garantizar que todas las políticas tengan una “perspectiva de
género” (Fuente: Fabiana Frayssinet, IPS).
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