El trabajo es dignidad”,
subrayó el italiano Simone Cipriani. “La gente quiere empleo, no caridad”,
acotó. Esa fue la idea de su programa Ethical Fashion Initiative, creado en
2009, que vincula a algunos de los mayores talentos de la moda con artesanos de
África oriental y occidental, Haití y Cisjordania.
La Ethical Fashion Initiative
(EFI), con sede en Ginebra, es ahora un programa emblemático del Centro de
Comercio Internacional, una agencia vinculada a la Organización Mundial del
Comercio (OMC).
“Trabajamos con
mujeres que suelen sufrir discriminación en sus comunidades, pero al tener un
empleo, su posición social mejora. Logran independencia y respeto, y en muchos
casos se vuelven la principal fuente de ingreso de sus familias”: Simone
Cipriani.
La EFI, que se concentra
principalmente en mujeres de esas regiones, trabaja con diseñadores como Stella
McCArtney y Vivienne Westwood para facilitar el desarrollo y la producción de
“artículos de moda éticos y de alta calidad” con artesanos que viven en zonas
de bajos ingresos tanto rurales como urbanas.
También procura que “la
creciente generación de talentos de la moda de África logre colaboraciones
respetuosas del ambiente, sostenibles y satisfactorias desde el punto de vista
creativo con artesanos locales”.
El eslogan “no es caridad,
solo trabajo” refleja el interés de la iniciativa de lograr una industria de la
moda global más justa.
Por primera vez, este año, EFI
colaboró con la feria de comercio internacional más importante para hombres,
Pitti Immagine Uomo, que contó con representantes de cuatro países africanos
durante el evento realizado del 16 al 19 de este mes.
El director general de Pitti,
Raffaello Napoleone, señaló que los diseñadores africanos que este año
participaron en el espacio Nación Invitada, priorizaron la fabricación en sus
países, que ayuda a reducir la pobreza, y que estos ya son conocidos en el
mercado internacional.
Analistas de mercado prevén
que el valor global del sector de la vestimenta de venta al público crezca 20
por ciento con respecto a 2014 y que llegue a 1.500.000 dólares en 2017.
En ese contexto, los distintos
sectores de la industria pueden convertirse en una fuente de empleo en muchas
regiones, desde el diseño, pasando por la confección hasta la venta.
Pero en los últimos años, se
instaló la controversia sobre la presunta exclusión de diseñadores y modelos de
origen africano en eventos de alto perfil.
La escritora Tansy E. Hoskins,
autora del libro “Stitched Up: The Anti-Capitalist Book of Fashion (Puntadas:
el libro anticapitalista de la moda)”, publicado el año pasado, dedica un
capítulo entero a la cuestión de si la moda es racista.
Varias décadas después de que
una reconocida revista de moda pusiera por primera vez a una modelo negra en su
tapa, “las pasarelas blancas, las campañas de publicidad blancas y las imágenes
de moda blancas son la norma”, asegura.
A EFI le preocupa
principalmente la reducción de la pobreza y el trato ético de los artesanos,
pero Cipriani reconoce que el racismo es un problema y que la pobreza se
relaciona tanto con cuestiones étnicas como de género.
En la industria de la moda hay
compañías que tratan de adherirse a estándares éticos, que contemplan la
diversidad, las condiciones laborales y la sostenibilidad ambiental; 30 marcas
internacionales se suscribieron al proyecto de EFI. Pero no todas las empresas
son adecuadas.
“Tratamos de trabajar casi
exclusivamente con marcas que tienen un claro programa de responsabilidad
empresarial y de participación social, de lo contrario siempre corremos el riesgo
de ser usados y de tener que limpiar las chanchadas de otros”, explicó Cipriani
a IPS durante su estadía en París para reunirse con diseñadores.
“También tratamos de trabajar
con grandes distribuidores y nos dimos cuenta de que era imposible por lo que
hacemos”, acotó.
Hace dos años, en Bangladesh,
más de 1.100 trabajadoras murieron y 2.500 quedaron heridas por el derrumbe de
una fábrica tras ignorar las alertas de seguridad.
Allí se confeccionaban prendas
para marcas como la italiana Benetton, que solo este año anunció que
contribuiría con un fondo de compensación a las víctimas.
“Lo que ocurrió en Bangladesh
fue un horror, y hay muchas situaciones en las que puede repetirse el mismo
horror”, observó Cipriani. “Lo principal respecto de la responsabilidad siempre
debe ser la gente. Condiciones laborales dignas”, acotó.
También remarcó que a muchos
empleados que trabajan en la cadena de suministro de la industria de la
vestimenta, el sueldo no les alcanza para vivir.
“No les pagan por su trabajo
que les permite tener una vida digna”, subrayó.
En Haití, conocido tanto por
su talento artístico como por su pobreza, los activistas sostienen que
relacionar a los artesanos locales con diseñadores internacionales se puede
lograr un impacto y lo ha logrado.
Por ejemplo, la diseñadora
haitiana-italiana Stella Jean, quien trabaja con EFI, incorpora tradiciones
haitianas del bordado y el uso de abalorios en su colección.
Jean, que está vinculada a EFI
desde 2003, extrae varios elementos de sus diseños a través de los proyectos de
EFI, explicó Cipriani.
La colaboración empezó con una
visita a Burkina Faso, uno de los mayores productores de algodón de África y
con una importante tradición de tejido a mano, en que la diseñadora vio la
posibilidad de “trabajar con esos textiles producidos con ética”. Los incorporó
como un elemento clave de sus colecciones de “prêt-à-porter” para hombres y
mujeres.
El año pasado, lanzó una nueva
línea de bolsos producidos en Kenia con telas de Burkina Faso y Mali y cuero
vegetal curtido keniata, “lo que hizo de cada bolso un producto panafricano”,
según EFI.
Las diseñadoras McCartney
(quien no quiso ser entrevistada) y Westwood realizaron varios pedidos en
Kenia, y EFI realiza “evaluaciones de impacto” para analizar cómo se ajustan a
los estándares laborales justos y “el impacto de esas órdenes en la gente y en
las comunidades en las que viven”.
“Trabajamos con mujeres que
suelen sufrir discriminación en sus comunidades, pero al tener un empleo, su
posición social mejora”, explicó Cipriani. “Logran independencia y respeto, y
en muchos casos se vuelven la principal fuente de ingreso de sus familias”,
apuntó.
Pero la industria de la moda
no se puede transformar totalmente sin una acción colectiva masiva, subrayó la
escritora Hoskins.
“La moda ética se volvió una
expresión que abarca temas como la toxicidad ambiental, los derechos laborales,
las millas aéreas, la crueldad animal y la sostenibilidad del producto”,
explicó.
“Luego de 20 años
aproximadamente y, a pesar de algunas iniciativas innovadoras, sigue teniendo
una ‘parte de mercado excepcionalmente baja’ de solo uno por ciento del mercado
total de la vestimenta”, remarcó.
Según ella, preguntar si
alguna vez la industria de la vestimenta llegará a ser ética es como preguntar
y el capitalismo llegará a ser ético.
“Para mí la respuesta es que
no porque está basada en la explotación, en la competencia y, por encima de
todo, en la ganancia, y eso es lo que baja los salarios, baja los estándares
ambientales y baja y baja”, dijo a IPS.
“Hay pequeñas compañías
haciendo las cosas de modo diferente, pero producen quizá unos pocos miles de
prendas al año. La industria de la vestimenta produce miles y miles de millones
de prendas al año”, remarcó.
“¿Por qué no todos los
productores se fabrican de forma ética?”, replicó.
“Los consumidores deben
reclamar cambios. No pueden ser demasiado dóciles”, sostuvo Cipriani (Fuente:
IPS).
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