Su grito de dolor ha quedado
marcado para la eternidad. Phan Thị Kim
Phuc, es la niña que un fotógrafo de la agencia AP inmortalizó el 8 de junio de 1972 desnuda y quemada por
el napalm, después de que su pueblo, la villa de Trang Bang, al norte de
Saigón, fuera bombardeada por el ejército estadounidense.
La imagen, la viva representación de los horrores de la guerra, es un icono antibelicista a la altura del Guernica, y fue decisivo a la hora de cambiar la sensibilidad de Occidente respecto a la Guerra de Vietnam, que terminó siete meses después con los acuerdos de París.
La imagen, la viva representación de los horrores de la guerra, es un icono antibelicista a la altura del Guernica, y fue decisivo a la hora de cambiar la sensibilidad de Occidente respecto a la Guerra de Vietnam, que terminó siete meses después con los acuerdos de París.
Kim Phuc tiene hoy en día 52 años, vive en
Canadá y es, desde 1997, embajadora de
Buena Voluntad de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la
Ciencia y la Cultura (UNESCO). Y con motivo del 43 aniversario de la
foto, ha concedido una entrevista a CNN.
“Siempre recordaré ese horrible día en el que corrimos huyendo de la
muerte”, cuenta. “En un primer
momento, odié la imagen. Me avergonzaba. Me causaba agobio toda la
publicidad y propaganda que había a su alrededor”, asegura la hoy en día
ciudadana canadiense. Su cuerpo desnudo
y su agonía era un momento íntimo que todo el planeta había visto.
Pero con el tiempo, Kim aprendió a convivir con ella. E incluso a valorarla. Si nadie hubiera capturado el momento de terror en el que corría quemada, todo su sufrimiento habría sido en balde: nadie sabría lo que estaba pasando con los civiles en Vietnam y lo espantosa que estaba siendo la guerra.
Pero con el tiempo, Kim aprendió a convivir con ella. E incluso a valorarla. Si nadie hubiera capturado el momento de terror en el que corría quemada, todo su sufrimiento habría sido en balde: nadie sabría lo que estaba pasando con los civiles en Vietnam y lo espantosa que estaba siendo la guerra.
"La foto es un camino para la paz"
Como explica en la entrevista, fue entonces cuando fue consciente de que la foto podía darle mucho más de lo que lo que le había quitado. “Me di cuenta de que podía ser un camino para la paz. Supe que no podía seguir huyendo como se me ve en ella, que tenía que enfrentarme a la situación y trabajar por la paz”.
Ese descubrimiento se produjo alrededor de 1982, al mismo tiempo que decidió hacerse cristiana. Desde entonces, ha luchado para que las víctimas de la guerra, y en especial los niños, fueran atendidos por los gobiernos de todo el planeta.
"Un calor asfixiante"
Del día en el que se tomó la foto, Kim recuerda “el asfixiante calor, el humo y el inmenso dolor. Me quité como pude la ropa en llamas y corrí”.
Su carrera le llevó hasta la
posición en la que se encontraba Nick Ut, un por aquel entonces joven fotógrafo
de 21 años que acaba de llegar a Trang Bang. Según cuenta a CNN “me encontré de bruces con varios niños que
huían con grandes quemaduras, así que les fotografié. Podía ver como su piel se
caía a jirones, era espantoso”. Tras ver lo que estaba pasando, Ut dejó
la cámara en el suelo y acudió a socorrer a la niña, a quien montó en su
furgoneta y llevó a un hospital cercano.
Allí, Kim Phuc pasó un año entero ingresada. Durante ese tiempo, su familia pensó que jamás saldría de una situación tan complicada. Incluso la propia Kim deseó muchas veces estar muerta para dejar de sufrir. Pero poco a poco salió del infierno en el que se encontraba. Entre otras cosas, gracias a los textos religiosos que empezó a estudiar mientras estaba en el centro.
Con 19 años se convirtió al cristianismo. “Fue entonces cuando aprendí a perdonar”, asegura. Y desde entonces es una pacifista convencida: “puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz”, explica (Fuente: WTB).
Allí, Kim Phuc pasó un año entero ingresada. Durante ese tiempo, su familia pensó que jamás saldría de una situación tan complicada. Incluso la propia Kim deseó muchas veces estar muerta para dejar de sufrir. Pero poco a poco salió del infierno en el que se encontraba. Entre otras cosas, gracias a los textos religiosos que empezó a estudiar mientras estaba en el centro.
Con 19 años se convirtió al cristianismo. “Fue entonces cuando aprendí a perdonar”, asegura. Y desde entonces es una pacifista convencida: “puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz”, explica (Fuente: WTB).
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