Para amar a nuestra
madre tierra hay que conocerla y para conocerla hay que caminar por
senderos que no conocemos, abrir vías,
dialogar con sus moradores, saborear el fruto de sus entrañas.
Urpi
quiere
acompañarles en este proceso que nos revelará lo que somos y lo que aspiramos
ser.
Como cuarta entrega, Urpi
nos invita a visitar el complejo arqueológico de Wari, ubicado a 2 mil 830 metros sobre el nivel del mar en el
kilómetro 25 de la carretera Ayacucho-Quinua, en Pacaycasa.
Wari,
que data de unos 500 años a.e., es considerado uno de los más importantes
legados del antiguo imperio del Tawantinsuyo y
está situado a 20 kilómetros de la ciudad de Huamanga.
Los
arqueólogos consideran que esta ciudad Estado albergó a una población estimada
en 50 mil personas en la época del incanato, las que habitaron en cerca de 20
mil hectáreas de extensión.
El
complejo arqueológico de Wari nos presenta una vasta variedad de arquitecturas,
construidas tomando como base la piedra y el barro, así como de exquisitos
acabados en color rojizo y blanco.
Los muros de la ciudad están hechos de laja y de argamasa de barro arcilloso, que llegan a una altura de 12 metros de alto con un grosor de tres metros, lo que demuestra que se encontraban a la vanguardia en estrategias de guerra de su época.
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refiere que el interior
de la ciudadela es increíble, con divisiones rectangulares y cuadrangulares,
donde monumentales viviendas y demás tipos de edificación tenían cimientos. Sin
embargo, señala esta fuente, la cultura Wari era seguidora notoria de cultos
religiosos, los cuales eran honrados con cámaras y recintos especiales, donde
se puede apreciar el fino acabado de aquellos destacados artesanos del mundo
incaico.
El historiador Luis Lumbreras en su libro “Los orígenes de la civilización el Perú”, explica que la cultura Wari surge sobre la base de una sociedad llamada Huarpa, que había logrado dominar plenamente la difícil geografía de la región Ayacucho.
Fotos: D.R.
El historiador Luis Lumbreras en su libro “Los orígenes de la civilización el Perú”, explica que la cultura Wari surge sobre la base de una sociedad llamada Huarpa, que había logrado dominar plenamente la difícil geografía de la región Ayacucho.
Los Huarpa, en
toda la cuenca de Ayacucho y Huanta tuvieron realmente sólo una ciudad y en cambio muchísimas aldeas, la ciudad se
llama ahora Ñawimpukyo y desde allí se domina un extenso paisaje que abarca
casi todos los valles de la cuenca.
Los Huarpa cultivaron
la tierra con un riguroso control en la distribución del agua, por medio de
canales y represas y luego habilitaron nuevas tierras para evitar la erosión.
Esas terrazas se llaman “andenes” y más tarde los Inkas las usaron muchísimo.
Hacia los años 600
o 700 de nuestra era, los Huarpa intensificaron sus relaciones comerciales con
Nasca, que, por lo demás, siempre existieron; dando como resultado una serie de
valiosos intercambios tecnológicos, entre los que destaca un notable
mejoramiento de la artesanía de Ayacucho, especialmente la cerámica que
permitió la aparición de poblados, como el de Conchopata, con talleres
especializados de alfarería predominantemente suntuaria.
De los
tiwanakenses, los Huarpa tomaron en primer lugar sus dioses, cuyo prestigio
debió ser muy grande en toda la tierra, sabemos bien que el prestigio de los
dioses depende del éxito económico que obtengan los pueblos que los veneran.
Pero, junto con la imagen de los dioses y seguramente sus mitos y leyes, los
ayacuchanos obtuvieron también nuevas formas de organización y elevaron la
producción de las plantas y animales altiplánicos y del bronce, la turquesa y
con seguridad los hermosos lienzos con dioses del olimpo del Titikaka. Desde
aquí se inicia la leyenda de la “pacarina” (lugar de origen) altiplánica que los
españoles encontraron cuando llegaron al Perú en 1532.
Fotos: D.R.
*Despacho
especial de Urpi Consultores que sale los días martes desde el 5 de marzo del
2013.
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