miércoles, 24 de abril de 2013

NUESTRA MADRE TIERRA: CRÓNICAS VIAJERAS


Para amar a nuestra madre tierra hay que conocerla y para conocerla hay que caminar por senderos  que no conocemos, abrir vías, dialogar con sus moradores, saborear el fruto de sus entrañas.

Urpi quiere acompañarles en este proceso que nos revelará lo que somos y lo que aspiramos ser.

Como quinta  entrega, Urpi nos invita a, de la mano del historiador Luis Lumbreras, acercarnos a conocer de cerca la cultura Inca, aparecida en la sierra sur de nuestro país en la actual región Cusco.

Cuando el reino del Cusco, por muchos años más bien modesto, se convirtió en el centro del imperio del Tawantinsuyu  o imperio “de las cuatro regiones” gracias a Pachakutec Inka Yupanqui, tuvo tal esplendor que parecía un lugar de leyenda increíble, sólo similar al de aquellas ciudades orientales que describen  los cuentos de “Las mil y una noches”.

Lleno de palacios suntuosos, templos relucientes con paredes de oro y plata, y pedrerías, recintos inmensos llamados “Collcas”, llenos de lienzos finísimos, vestidos y  toda clase de lujos para el vestir y el adorno personal, llenos también de granos, papas, carne seca y toda clase de alimentos disponibles en cualquier momento.

En la ciudad, por doquier, brotaba el agua de surtidores bellamente tallados en piedra, agua limpia que llegaba también por canales labrados en piedra. Y los señores disponían de baños especiales para su aseo personal, que, donde los hubiera en todo el reino, eran temperados con agua caliente natural proveniente del subsuelo.

En un templo, llamado Qori Kancha (recinto de oro), en el colmo de lo espléndido, había un jardín artificial con una fuente al centro, en donde, cual si por allí hubiera tocado las cosas un rey Midas (quien según la leyenda tenía la virtud de convertir todo en oro), las plantas, los pájaros, el ganado y unos pastores, todo absolutamente todo estaba hecho de oro y pedrerías, de tamaño natural, en medio de este templo de fantasía.

Pero no era tanto el oro y las pedrerías lo que indicaban la riqueza de este reino de fantasía; eran los tejidos. Una ciudad bien provista de lienzos de lana de llama, alpaca o vicuña y de algodón, era una ciudad rica. El emperador llamado “Sapan Inka” ameritaba sus simpatías y gratitud para con sus súbitos haciéndoles llegar obsequios en vestidos y telas, aparte de que a los más cercanos les entregara también mujeres.

 

 




 

*Despacho especial de Urpi Consultores que sale los días martes desde el 5 de marzo del 2013.

No hay comentarios:

Publicar un comentario