Para amar a nuestra
madre tierra hay que conocerla y para conocerla hay que caminar por
senderos que no conocemos, abrir vías,
dialogar con sus moradores, saborear el fruto de sus entrañas.
Urpi
quiere
acompañarles en este proceso que nos revelará lo que somos y lo que aspiramos
ser.
Como quinta entrega, Urpi
nos invita a, de la mano del historiador Luis Lumbreras, acercarnos a conocer
de cerca la cultura Inca, aparecida en la sierra sur de nuestro país en la
actual región Cusco.
Cuando el reino del Cusco,
por muchos años más bien modesto, se convirtió en el centro del imperio del
Tawantinsuyu o imperio “de las cuatro
regiones” gracias a Pachakutec Inka Yupanqui, tuvo tal esplendor que parecía un
lugar de leyenda increíble, sólo similar al de aquellas ciudades orientales que
describen los cuentos de “Las mil y una
noches”.
Lleno de palacios suntuosos,
templos relucientes con paredes de oro y plata, y pedrerías, recintos inmensos
llamados “Collcas”, llenos de lienzos finísimos, vestidos y toda clase de lujos para el vestir y el adorno
personal, llenos también de granos, papas, carne seca y toda clase de alimentos
disponibles en cualquier momento.
En la ciudad, por doquier,
brotaba el agua de surtidores bellamente tallados en piedra, agua limpia que
llegaba también por canales labrados en piedra. Y los señores disponían de
baños especiales para su aseo personal, que, donde los hubiera en todo el
reino, eran temperados con agua caliente natural proveniente del subsuelo.
En un templo, llamado Qori
Kancha (recinto de oro), en el colmo de lo espléndido, había un jardín artificial
con una fuente al centro, en donde, cual si por allí hubiera tocado las cosas
un rey Midas (quien según la leyenda tenía la virtud de convertir todo en oro),
las plantas, los pájaros, el ganado y unos pastores, todo absolutamente todo
estaba hecho de oro y pedrerías, de tamaño natural, en medio de este templo de
fantasía.
Pero no era tanto el oro y
las pedrerías lo que indicaban la riqueza de este reino de fantasía; eran los
tejidos. Una ciudad bien provista de lienzos de lana de llama, alpaca o vicuña
y de algodón, era una ciudad rica. El emperador llamado “Sapan Inka” ameritaba
sus simpatías y gratitud para con sus súbitos haciéndoles llegar obsequios en
vestidos y telas, aparte de que a los más cercanos les entregara también
mujeres.
*Despacho
especial de Urpi Consultores que sale los días martes desde el 5 de marzo del
2013.
No hay comentarios:
Publicar un comentario