Itaboraí aún recuerda sus
orígenes de un municipio que se formó a lo largo de una carretera, alargándose
a ambos lados de su ancha avenida central. Pero hace algunos años esta urbe del
sudeste de Brasil se llenó de grandes y modernos edificios, ahora todos vacíos
o casi.
La cantidad de “elefantes
blancos”, o costosas obras sin uso, en esta ciudad de 230.000 habitantes, a 45
kilómetros de Río de Janeiro, resulta de “los dos choques violentos” que
provocó el Complejo Petroquímico del Estado de Río de Janeiro (Comperj),
explicó a IPS el secretario municipal de Desarrollo Económico, Luiz Fernando
Guimarães.
“El primer impacto fue el
anuncio, hecho en 2006 por el entonces presidente Luiz Inácio Lula da Silva
(2003-2010), del proyecto y de que contemplaría dos refinerías y dos unidades
petroquímicas que generarían, según estimó la Fundación Getulio Vargas, 221 mil
empleos”, destacó.
El dato de la respetada fundación
de estudios económicos, con sede en Río de Janeiro, superaba el total de
habitantes del municipio, que era de 218.000 en 2010, según el censo de ese
año.
El complejo iba a costar cerca
de 6 mil 500 millones de dólares según las proyecciones iniciales, pero
valdrá más del doble y para poner en operación una sola refinería con capacidad
para procesar 165 mil barriles diarios de petróleo. La planta petroquímica y la
segunda refinería se eliminaron.
Su anuncio y el inicio de las
obras en 2008 “convirtieron Itaboraí en un ‘El Dorado (mítico lugar lleno de
oro)’, atrayendo brasileños de todas partes y muchos extranjeros. Los
alquileres se dispararon, los precios de alimentos y servicios subieron
locamente, terrenos para viviendas más que decuplicaron su valor”, recordó
Guimarães.
El empleo de unos 30 mil obreros y la expectativa de una amplia
industrialización en torno a la petroquímica atrajeron muchas inversiones ante
la expectativa de que la ciudad, “una de las más pobres del país, desfrutaría
de fuerte prosperidad”, acotó a IPS el secretario de Hacienda del municipio,
Rodney Mendonça.
También provocó la explosión
de negocios inmobiliarios, con la construcción de modernos edificios. Se
planificaron también cuatro grandes hoteles, de los que se construyeron dos.
La
ciudad ganó cerca de 4 mil unidades comerciales
La ciudad ganó en pocos años
cerca de 4 mil unidades comerciales,
entre oficinas y tiendas, estimó Guimarães, cuya cartera pasó a denominarse
Secretaría de Desarrollo Económico e Integración con el Comperj. Este antiguo
empresario petrolero cuida ahora la relación de la alcaldía con el reducido
megaproyecto de la empresa estatal Petrobras.
El segundo choque fue la
decisión de reducir el proyecto a una sola refinería, que solo se divulgó en
2014. “Pero el cambio ocurrió en 2010 y la población no fue informada. Yo lo
sabía porque dejaron el consorcio varias subsidiarias de Petrobras y de
Braskem”, la mayor petroquímica brasileña, dijo.
“Imagínese que una facultad
local preparaba la apertura de una carrera de petroquímica, pensando en los
empleos del Comperj. Cuando yo le avisé, el director casi me mata”, contó.
No solo se cancelaron la
petroquímica y su segunda refinería, sino que “la construcción de la primera
está paralizada y, según Petrobras, se busca financiación para concluirla”,
precisó. Eso, aunque las obras ya están ejecutadas en 87 por ciento.
En los 45 kilómetros cuadrados
adquiridos para instalar el Comperj, Petrobras sí avanza en la construcción de
la Unidad Procesadora de Gas Natural, que emplea a unos 3 mil trabajadores.
“Tras construirla, quedarán solo 80 funcionarios para la operación”, observó
Guimarães.
La ciudad sintió el golpe. Los
grandes edificios comerciales quedaron vacíos y al recorrer sus calles aparecen
continuos avisos de “se alquila”, mientras la mayoría de los locales
comerciales están cerrados.
“La tierra de las naranjas se
transformó en tierra de los elefantes blancos”, bromeó Bruno Soares, gerente de
una tienda de materiales de construcción y útiles domésticos, Bazarzão, en la
avenida 22 de Mayo, la principal de Itaboraí.
Su bazar no se registró como
proveedor del Comperj, pero aun así sufrió su maremoto. “Nuestras ventas
cayeron 50 por ciento desde fines de 2014”, estimó, aunque reconoció que en
realidad volvieron al nivel anterior al abortado auge que trajo el Comperj.
“(El negocio) subió y bajó en
cinco años, demasiado rápido. Otras tiendas cerraron y los municipios vecinos
también se perjudicaron”, informó.
“Itaboraí sería una potencia
en América Latina si marchara bien el complejo petroquímico, pero se cayó
debido a la corrupción”, opinó.
Esa es una evaluación común en
la población, no solo de Itaboraí, ante la información cotidiana sobre el
escándalo de los sobornos multimillonarios en los proyectos de Petrobras,
incluido el Comperj, que involucra a decenas de políticos y compañías
constructoras.
Valcir José Vieira, dueño de
un aparcamiento de vehículos también en el centro de Itaboraí, coincide con
Soares. “Entre 2006 y 2014 mi estacionamiento estaba siempre lleno, entraban
200 automóviles diarios, hoy llegan 100 máximo”, señaló a IPS.
La caída comenzó en noviembre
de 2014 y le obligó a rebajar el cobro por hora, de cinco a dos reales (1,30 a
0,52 dólares).
Para la alcaldía el desastre
es doble. La recaudación cayó verticalmente, mientras se mantuvo el incremento
de gastos que provocó el truncado megaproyecto y la ilusión del progreso.
El Impuesto sobre Servicios,
el principal ingreso municipal, aportó durante el auge de la construcción del
Comperj cerca de 250.000 reales (64 millones de dólares), un monto que caerá 40
por ciento este año, prevé la Secretaría de Hacienda.
La recaudación de otros
tributos cae igualmente, por la insolvencia de las empresas en crisis.
Pero los gastos no hacen lo
mismo. La afluencia de obreros y familias seducidas por la expectativa de
muchos empleos y prosperidad general del municipio aumentó la demanda de salud,
de escuelas y de otros servicios públicos.
“El Hospital Municipal atendía
500 personas diarias en su servicio de emergencia y saltó a 2.000 desde 2013”,
comparó Mendonça, el secretario de Hacienda. La alcaldía destina 30 por ciento
del presupuesto a la asistencia de salud, el doble de lo exigido por ley,
acotó.
Además la administración
municipal que salió en 2012, basada en las nuevas demandas y expectativas de
ingresos, contrató por concurso a 2.000 nuevos funcionarios. Los ingresos impositivos
tuvieron una regresión, pero no se puede despedir a los funcionarios, que
tienen garantizada la estabilidad en Brasil. Es gasto queda.
Los dos secretarios se quejan
de que no hubo compensación del Comperj por los impactos provocados en el
municipio, tampoco inversiones para mitigar los efectos dañinos del abortado
megaproyecto.
Ante los hechos consumados, la
alcaldía trata de buscar alternativas de desarrollo. Guimarães está convencido
que la logística será la principal actividad futura de Itaboraí.
La ciudad se ubica en un cruce
de varias carreteras, aún fuera de la congestión de la región metropolitana de
Río de Janeiro, y en el centro de un área que comprende actividades petroleras
ajenas al Comperj, puertos, astilleros e industrias variadas, arguyó.
Además los municipios
afectados por la reducción del proyecto se movilizaron para presionar a
Petrobras para que al menos reanude la construcción de la primera refinería.
Itaboraí también apuesta a la
pequeña empresa. La secretaría de Guimarães creó un Centro del Emprendedor,
destinado a acelerar la formación de microempresas y formalizar las que ahora
operan en el sector informal.
Construcción para pequeñas
obras, como reformas de viviendas y servicios de estética son los negocios que
más se abren ahora. “Rivalizan con las iglesias evangélicas”, comentó a IPS el
coordinador del centro, Wilson Pereira (Fuente: Mario Osava/IPS).
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