sábado, 29 de septiembre de 2012

PÁGINAS MEMORABLES


CAJAMARCA ECLESIÁSTICA ALREDEDOR DE 1821

(Tomado de Cajamarca independiente!)

 

                                                                                                                                                                                                                   Por: Monseñor José Dammert Bellido

 

A fines del siglo XVIII y comienzos del XIX la situación del clero en Cajamarca era semejante a las de otras zonas del Virreynato. Los obispos de Trujillo se preocupaban “sobre el traxe y vestido del clero” ordenando una investigación acerca del cumplimiento de las normas impartidas por el obispo Martínez de Compañón: “De las declaraciones juramentadas de los presbíteros…resulta que los eclesiásticos contenidos en las mismas declaraciones han adoptado el traxe secular con desdoro de su carácter”, aunque una de los declarantes expresa que “no se ha puesto cuidado por la escasez de su vista”.

También ordenan que todos los clérigos “concurriesen al coro en la Iglesia Matriz de Españoles en las primeras y segundas vísperas, a la Tercia y Misa Mayor con sobrepelliz y bonete, los sábados y domingos de todo el año” más otros días señalados. Sobre este asunto existen varias comunicaciones, lo que demuestra que la asistencia no era puntual”.

Un grave conflicto que, con amenazas e imprecaciones de ambas partes, solicitudes para captarse el favor popular, irrupciones contra unos y otros, duró muchísimos años y se complicó con la demarcación parroquial de la ciudad; se refiere a la doctrina de San Antonio de parte de los padres franciscanos al clero secular; finamente en 1816 la parroquia es entregada al cura de San José, don Miguel Solano, que había estado bregando por obtener éxito durante siete años. Sin embargo todavía continúa el litigio hasta 1816 para obtener la capilla de La Soledad, en que se venera la imagen de la Dolorosa, y que los franciscanos se retiren “al suntuoso y precioso Convento de la Recolección…que es un edificio que pudiera lucir en Madrid”, según expresión del mencionado cura Solano.

Las preocupaciones de los eclesiásticos no se limitaban a esas cuestiones, sino que debía informar en 1792 acerca de los alimentos, que según la diversidad del clima, usan los indios y los efectos que producen en ellos; que otro vicio moral existe “fuera de la embriaguez e incontinencia, que por una general desgracia acaso se comunican, o mejor decir tienen su haciento (sic) en todas las poblaciones”. También sería conveniente que los Srs. Doctrineros refieran a que “clase de agricultura decidan su afán y tareas naturales de su doctrina, si la tierra es proporcionada para que les dé otros frutos mejores, y más en abundancia”, y “en qué clase de industria, o comercio, o comercio se ocupan, si otro, no le sería más útil, y menos gravoso”, se ordena que los Srs. Curas formarán cada año  un exacto padrón de los habitantes que comprende cada una de sus doctrinas, hasta que edad suelen extenderse regularmente los términos de su vida, y si mueren en una edad temprana y tierna, expresen si pueden ser, si el origen  de este desastre en alguna enfermedad que tenga por causa algún vicio moral, o físico, y el medio que podrá haber para extirparla también será una importante noticia”. Finalmente “siendo interesantísimo que los indios tengas fondos y recursos de que echar mano para cubrir las necesidades públicas de su población, será importante que los Srs. Curas informen si los naturales de sus respectivas doctrinas tienen, o no, bienes de la comunidad, y en este último caso como podrá proporcionárseles, esta necesaria adquisición”.

“Título de honor para el reinado de Carlos IV es el envío de la vacuna a América. “El subdirector de la expedición, don José Salvany vino a Cajamarca, que por  noticias del intendente, sufría el mal de la peste (viruela). En el camino visita el mineral de Chota y Hualgayoc y entra por fin, en la ciudad, donde gran parte del vecindario sale a su encuentro, practicó allí dos vacunaciones en 1,100 vecinos” en el primer semestre de 1806.

Sobre la situación de los indígenas el citado don Miguel Solano hace unas apreciaciones muy duras a su llegada a Cajamarca: “estos indios pordioseros y esclavos de los hacendados, que es una compasión el verlos tan desnudos y maltratados como andan. A esa infelicidad se agrega la distancia de diez o doce leguas en que están situadas las haciendas por caminos impracticables, por cuyo motivo y porque nada producen estos feligreses, por la ilegalidad de los dueños de dichas haciendas, se halla esta miserable parte de mi rebaño expuesta a morir sin confesión….Por lo que hace a la feligresía de la parroquia principal, como todos los indios son esclavos de sus amos, éstos tan indiferentes que sean cristianos lo indios, hé sabido que los más de ellos ignoran aún los primeros rudimentos de la fe, haciéndose difícil  el congregarlos a todos para la enseñanza de la doctrina, porque los amos tienen ovejas, cochinos, vacas, y otras cosas el cuidado más que la misa y las enseñanzas del catecismo…lo que me consterna – añade el celoso sacerdote – es tanta contradicción y dificultad de parte de estos Srs. Amos de los indios a quienes no sé como reducirlos a un término justo y racional para que me faciliten el cumplimiento de un ministerio de tanta consideración y delicadeza”.

A solicitud del obispo de Trujillo el clero de Cajamarca concurre con sus donativos para el sostenimiento de la guerra contra los rebeldes franceses en 1794.

En 1809 prestan juramento los eclesiásticos en Cajamarca a la Suprema Junta Gubernativa del reino; en 1810 a las Cortes de Cádiz en 1812 “en las iglesias de  seculares y regulares de esta provincia se hagan rogativas públicas implorando al Padre de las luces, las que necesita el Congreso Nacional para hacer el arreglo y mejora de la Constitución Política de la Monarquía.

Conforme a estas rogativas se presta “el juramento del clero de la vicaría de Cajamarca sobre la observancia de la Constitución Política de la Monarquía española; todos los curas comunican al vicario de la provincia, don Miguel Solano, en términos similares que la Constitución “se publicó al tiempo del ofertorio de la misa…y después de la exhortación, se hizo el juramento por la clerecía y pueblo congregado, según la fórmula prescrita por la misma Constitución, que se cerró el acto con el “Te Deum” cantado y repique solemne, con más la salva de la tropa puesta en la Plaza, según informa el cura de San Pablo, don Francisco de Paula Collantes a enero de 1813.

El 19 de mayo de 1814 el obispo de Trujillo trascribe una Real Orden, que solicito “fervorosas devotas rogativas en todos los dominios en la forma que acostumbra” para el acierto en el gobierno del Soberano. El mismo año presenta una “queja el presbítero don Miguel Solano contra el presbítero don José Rodríguez Marín, cura de la Matriz de Españoles, por haber omitido el repique de campanas en las vísperas del aniversario de la publicación de la Constitución Política de la Monarquía española”.

Monseñor José Dammert Bellido (nacido el 20 de agosto de 1917- falleció el 10 de setiembre del 2008), conocido como el “obispo del poncho”, obispo de Cajamarca realizó una brillante laboral pastoral en esa región del país hasta pocos años de su muerte. Tuvo un importante papel en la II Conferencia General de obispos, celebrada en Medellín, Colombia, en 1968. Reunión en la que se tocaron problemas acuciantes de América Latina tales como la pobreza, la violencia, la injusticia institucionalizada y la necesidad de una paz con justicia en el continente.

 

Monseñor Dammert  dejó interesantes libros como  Cajamarca Independiente!  y la Generación Brillante.

 

 

 

 

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