sábado, 20 de octubre de 2012

PÁGINAS MEMORABLES


EL SECO ´ E CHABELO

 

Por: Juan Alvarado Chuyes

 

Los limeños tienen el cau-cau. Los arequipeños, la ocopa. Los chiclayanos se han hecho famosos por su espesado. Y, bueno, a los piuranos se nos identifica con el “seco ´e chabelo”.

¡Ojo, corrector! He dicho y lo repito: “seco ´e chabelo”. Sin la “d” en la preposición. Porque esa letra, puesta ahí, le quita sabor a nuestro plato. Malograría la popular fonética de su nombre. Y, como quinta letra del alfabeto, resultaría actuando como la quinta rueda del coche. Ni más ni menos.

“¡Seco ´e chabelo”, sí...! Ese es el nombre inortográfico de nuestro plato típico. Que los hombres serios y solemnes, (y las mujeres, también), deforman cuando, hablando quizá correctamente, lo llaman seco “de” chabelo.

Respetuosamente – por aquello de que respetos guardan respetos – nos atrevemos a discrepar, en este caso, de la corrección gramatical de los hombres serios. Y lamentamos muy sinceramente que ellos, los hombres serios (y las mujeres también), tengan que vivir encorcetados por reglas y normas que le quitan sazón a la vida. Pero, en fin, allá ellos.

Ahora, bien.

Resulta que de ese “seco ´e chabelo” (plátanos verdes asados en brasas de cocinas a la leña, al igual que la cecina de res, sazonada con legítima manteca de chancho y aderezos, luego molidos con batán y mortero para su preparación final) que supimos yantar en nuestros buenos tiempos ya casi no nos va quedando más que el nombre. Porque esas mescolanzas que nos sirven hoy con ese título honorable no hacen más que agraviar la bien sonada fama que llegó a conquistar nuestra cocina criolla.

Ciertamente, hasta se ha perdido el rastro del auténtico “seco ´e chabelo”. Y ese nombre se mantiene luchando a letra partida contra el olvido, sigue siendo inortográfico, incluso tiene aires de pobre pero, en cambio, no se puede afirmar que se mantenga honrado.

Ayer no más, los integrantes de un grupo amigo, en el que no faltaban algunos foráneos, nos atrevimos a pedir ese famoso plato en cierto lugar que tiene publicidad de criollo. Y la verdad es que el “masacote” que nos sirvieron estuvo a punto de actuar como vomitivo solamente con verlo. Porque era… ¡mejor será que no diga lo que realmente era! ¡Pero definitivamente no era “seco ´e chabelo”!

¡Sincerémonos, paisanos, sincerémonos..! Y, con las manos puestas sobre el corazón, reconozcamos que, con muy escasas y honrosas excepciones, no hay sitios seguros para comer nuestros platos típicos fuera de nuestras casas. Definitoria y definitivamente, nuestra culinaria criolla está por los suelos.

 

 

 

 

 

Tomado de “Temas Piuranísimos”  de Juan Alvarado Chuyes, II volumen,  libro editado por la Universidad Nacional  de Piura en la primavera del año 2000. 

 

 

Rincón literario de URPI para los que inspiran sus acciones en la lectura.

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