EL SECO ´ E CHABELO
Por: Juan Alvarado Chuyes
Los limeños tienen el
cau-cau. Los arequipeños, la ocopa. Los chiclayanos se han hecho famosos por su
espesado. Y, bueno, a los piuranos se nos identifica con el “seco ´e chabelo”.
¡Ojo, corrector! He dicho y
lo repito: “seco ´e chabelo”. Sin la “d” en la preposición. Porque esa letra,
puesta ahí, le quita sabor a nuestro plato. Malograría la popular fonética de
su nombre. Y, como quinta letra del alfabeto, resultaría actuando como la
quinta rueda del coche. Ni más ni menos.
“¡Seco ´e chabelo”, sí...!
Ese es el nombre inortográfico de nuestro plato típico. Que los hombres serios
y solemnes, (y las mujeres, también), deforman cuando, hablando quizá
correctamente, lo llaman seco “de” chabelo.
Respetuosamente – por aquello
de que respetos guardan respetos – nos atrevemos a discrepar, en este caso, de
la corrección gramatical de los hombres serios. Y lamentamos muy sinceramente
que ellos, los hombres serios (y las mujeres también), tengan que vivir
encorcetados por reglas y normas que le quitan sazón a la vida. Pero, en fin,
allá ellos.
Ahora, bien.
Resulta que de ese “seco ´e
chabelo” (plátanos verdes asados en brasas de cocinas a la leña, al igual que
la cecina de res, sazonada con legítima manteca de chancho y aderezos, luego
molidos con batán y mortero para su preparación final) que supimos yantar en
nuestros buenos tiempos ya casi no nos va quedando más que el nombre. Porque
esas mescolanzas que nos sirven hoy con ese título honorable no hacen más que
agraviar la bien sonada fama que llegó a conquistar nuestra cocina criolla.
Ciertamente, hasta se ha
perdido el rastro del auténtico “seco ´e chabelo”. Y ese nombre se mantiene
luchando a letra partida contra el olvido, sigue siendo inortográfico, incluso
tiene aires de pobre pero, en cambio, no se puede afirmar que se mantenga
honrado.
Ayer no más, los integrantes
de un grupo amigo, en el que no faltaban algunos foráneos, nos atrevimos a
pedir ese famoso plato en cierto lugar que tiene publicidad de criollo. Y la
verdad es que el “masacote” que nos sirvieron estuvo a punto de actuar como
vomitivo solamente con verlo. Porque era… ¡mejor será que no diga lo que
realmente era! ¡Pero definitivamente no era “seco ´e chabelo”!
¡Sincerémonos, paisanos,
sincerémonos..! Y, con las manos puestas sobre el corazón, reconozcamos que,
con muy escasas y honrosas excepciones, no hay sitios seguros para comer
nuestros platos típicos fuera de nuestras casas. Definitoria y definitivamente,
nuestra culinaria criolla está por los suelos.
Tomado de “Temas Piuranísimos” de Juan Alvarado Chuyes, II volumen, libro editado por la Universidad Nacional de Piura en la primavera del año 2000.
Rincón literario de URPI para los que inspiran sus
acciones en la lectura.
Boletín virtual de los sábados.
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