sábado, 27 de octubre de 2012

PÁGINAS MEMORABLES


REFLEXIONES DE FE

 
 
 
     Por: Martín Lutero

(Eisleben, Alemania, 10 de noviembre de 1483-Eisleben, 18 de febrero de 1546)

 

Hace 495 años, el fraile agustino eremita Martín Lutero inició la reforma de la iglesia católica. Exactamente el 31 de octubre de 1517, día en que clavó en las puertas de la catedral de Wittinberg 95 tesis que centraban la fe en Jesucristo y en la Biblia y no en la institución eclesial de su época y sus tradiciones.   

 

Institución eclesial que tenía un gran poder político y lucraba con la credulidad de los creyentes en las indulgencias (perdones de los pecados, otorgados a cambio de dinero), en el purgatorio y en la autoridad papal no sólo sobre la iglesia universal, sino sobre los reinos  de este mundo. 

 

Como un merecido homenaje a su persona y pensamiento reproducimos algunos fragmentos de sus textos teológicos que, consideramos, no han perdido vigencia.

 

 

 

 “Se nos dice que el dinero debe ser dado de preferencia al pobre solamente en caso de extrema necesidad. Eso suena como si no debiéramos vestir al desnudo ni visitar al enfermo. ¿Qué es extrema necesidad? ¿Por qué, me pregunto, la caridad natural tiene tal bondad que da espontáneamente y no discute la necesidad, sino que más bien trata de que no se produzca tal necesidad? Y el amor de Dios, que es incomparablemente más bondadoso, ¿no hará nada semejante?”

 

“Dios ha escogido manifestarse a la humanidad en tres lugares de revelación. El primero es Cristo, en quien el Verbo, la Palabra, se hizo carne. El segundo son las Escrituras, donde está registrado el Verbo pronunciado. El tercero es el sacramento, donde el Verbo se manifiesta en alimento y bebida. El sacramento no conjura a Dios como la bruja de Endor, sino que revela donde está Él”.

“La gente no sabe ni ve bien, y  dice que es absurdo que Cristo esté en el pan y el vino. Ciertamente si Cristo no estuviera conmigo en la prisión, el martirio y la muerte, ¿dónde quedaría yo? Él está verdaderamente presente en donde está la Palabra, pero no en el mismo sentido que en el sacramento, porque ha adherido su cuerpo y sangre a la Palabra y el pan y el vino deben ser recibidos corporalmente”.

“El Dios del Estado es el Dios del Magníficat, que exalta a los humildes y humilla a los soberbios. El Dios de la Iglesia es el Dios del Getsemaní, que sufrió a manos de los hombres sin vengarse o injuriarles  y rechazó el uso de la espada a su favor”.

“La fe es una obra libre a la cual nadie puede ser forzado. La herejía es un asunto espiritual y no puede ser evitado mediante represión. La fuerza puede servir ya para fortalecer igualmente la fe y la herejía, ya para quebrantar la integridad y convertir y convertir a un hereje en un hipócrita que confiesa con los labios lo que no cree en su corazón. Es mejor dejar a los hombres que yerren que incitarlos a mentir”.

“Un cristiano no vive para sí mismo, sino en Cristo y su prójimo; de lo contrario no es cristiano. En Cristo por la fe, en el prójimo por el amor. Por la fe se eleva por sobre sí hasta Dios; por el amor desciende nuevamente hacia el prójimo y permanece, no obstante, en Dios y su amor”.

 

El Evangelio no debe eximir a nadie, sino condenar la injusticia de todos. Cristo le dijo a Pilatos: ´Es verdad lo que dices: tienes poder. Pero no lo tienes de ti mismo, sino que te fue dado de arriba´. Con lo cual castigó a Pilatos en su arrogancia y terquedad. Del mismo modo debemos proceder también nosotros. Reconocemos la autoridad, pero debemos castigar sin miedo la maldad y porfía de nuestros Pilatos.

 

Entonces dirán: ´Ultrajáis  y blasfemáis la majestad de las autoridades superiores´. A lo cual respondemos: ´Soportaremos todo lo que nos hagáis; mas aprobar sus injusticias y decir ´su señoría hace bien, es lo que no queremos hacer. Queremos morir por la verdad, mas callarnos y darles la razón cuando cometen injusticias es lo que no podemos ni debemos hacer. Pues hay que confesar la verdad y condenar la mentira. Así Cristo da testimonio de que el poder que ejerce Pilatos proviene de Dios, pero lo condena cuando comete injusticias”.  

 

 

 

 

Rincón literario de URPI para los que inspiran sus acciones en la lectura.

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