sábado, 6 de julio de 2013

PÁGINAS MEMORABLES: EL DÍA DEL MAESTRO


 

 

 

 

Por: Danilo Sánchez Lihón

 

 

Madre y maestra,

cruz y madera, porque os dio la altura,

vértigo y división y suma, niños

César Vallejo

 

 

 

 

1. El devenir

de los hechos

 

Uno de los pasajes más hondos y conmovedores del Evangelio de Cristo es el del Monte de los Olivos donde Jesús padece por la hora tremenda de su sacrificio que se avecina y sobrevendrá.

Ya se escuchan los sables, escudos y lanzas de los guardias y alguaciles, enviados por los principales sacerdotes y fariseos en complicidad con los romanos a fin que lo prendan, lo torturen y lo maten guiados por Judas. Entonces, en el huerto de Getsemaní, dice a sus discípulos Pedro, Jacobo y Juan:

– Quedaos aquí y velad.

Estas cuatro palabras pueden ser la razón profunda que explique el desvelo, mucho más allá del cansancio y de todo sufrimiento, de muchos médicos, físicos, artistas y profesores.

Quienes no duermen por cuidar, alertas, el devenir de los hechos para que ningún mal nos tome de sorpresa sino que nos encuentre despiertos y avisados.

 

2. El siguiente

paso

 

Esta frase: “Quedaos aquí y velad” es aquella que debe encarnar en nuestros corazones, en todo lugar y en toda hora difícil y de prueba, como son todas las horas en el devenir de la vida de una persona, de una familia o del conjunto de la sociedad.

Hora en que debemos iluminar con la luz de nuestro pensamiento, de nuestro afecto y dedicación- la educación de la sociedad.

Todo ello a fin de extraer las hebras de verdad que nos permitan tejer bien nuestros pasos en la trama de los días presentes y futuros.

No desperdiciemos esta hora que es clave y decisiva porque donde menos se puede alentar desilusión es en la educación.

El que menos puede arriar banderas es el maestro. Donde menos puede haber actitudes descreídas, nihilistas o escépticas es en las escuelas o en las aulas de clases.

Por una razón simple y sencilla: que la educación proyecta al hombre hacia el futuro. O hacia algo que aún no existe, y que es el siguiente paso por donde avanzará la historia.

 

3. Hora

del magisterio

 

El futuro es una posibilidad, que recién está por crearse o por hacerse, empezando por el ser humano mismo que como destino y realización aún no se cumple por ser aún un niño o joven, razón por la cual no caven derrotismos. Por eso, ésta es hora de los maestros quienes tienen que rearmarse moralmente para estar a la altura de las circunstancias y los grandes desafíos de la época con la verdad en sus manos.

Maestros que tienen que volverse a situar en el centro del afecto y la confianza que deban inspirar a los niños, orientando a la familia y a la sociedad en su conjunto, rol que corresponde que lo asuman quienes si eligieron dicha misión es porque tienen verdaderamente vocación de servicio.

Esta es la hora del magisterio porque los problemas son grandes y profundos, que no pueden ser asumidos sino por quienes tienen fibra, pasta o madera de guías, conductores o de padres, que esos mismos es ser maestro.

 

4. Fidelidad

con la vida

 

El compromiso de toda generación es legar a la sucesiva un mundo mucho mejor que aquel que recibieron. ¿En qué medida, entonces, maestros en primer lugar y ciudadanos en general, cumplimos con ese compromiso moral y estamos a la altura de las responsabilidades de nuestra época?

¿En qué medida podemos estar tranquilos con nuestra conciencia y no debemos sentir vergüenza de nosotros mismos? ¿En qué medida podemos permitirnos vivir con la conciencia tranquila?

Debemos, además de mejorar al máximo la calidad de trabajo en el aula, avanzar educando a la familia y luego ganando la calle, el espacio público, el ámbito comunal, porque no debemos dejar que dichos ambientes los cope y usurpe la delincuencia, el vandalismo y el tumulto.

Sintonizar la educación en correspondencia y fidelidad con la vida, con la alegría y la creatividad, sin los lastres que ya parecen haberse fosilizado en diversas instancias del sistema imperante.

 

5. En el fondo

de su milagro

 

Hagamos por eso que el gozo de existir, de comulgar todos los hombres y de tener esperanzas, se afiance, se consolide y sobresalga.

Abramos el espacio social donde se manifieste y florezca el canto a la vida, y prosperen las actividades artísticas, las manifestaciones culturales y sea una fiesta este acto supremo y humano que es educar. La clave de todo ello es el amor que todo lo integra, redime y provee de sentido.

Como el vino que por más que mezclemos infinidad de veces el zumo de la vid y la miel que lo componen no será vino jamás si no sigue el proceso de su decantación y la fórmula que lo hace tal.

Así también la vida, cuya química en millones de siglos de intentar juntar los elementos que lo conforman no alcanzarán nunca a integrarse ni dar el temblor, el pálpito ni el pulso, mínimo y sublime que da el sentir y el despertar, si es que no alentara en el fondo de su milagro y su prodigio esa fórmula que la crea, cual es el amor.

 

6. En nuestro

propio ser

 

Sin embargo, casi siempre creemos que el amor depende de alguien ajeno a nosotros mismos, de alguien que está fuera de nuestro ser; que este sentimiento lo determina y gobierna otra persona de cuyas decisiones estamos pendientes, y que es aquella a quien amamos, a cuyo arbitrio vibra o sucumbe nuestro amor.

Equívoco principal en nuestras vidas, de pensar que el amor tiene que ser correspondido. Siendo así de aquella persona estaremos sujetos a cada uno de sus gestos y actitudes para de acuerdo a ello sentir el amor o la desilusión, el gozo o el quebranto. Siendo así el amor se tornó súbdito y dependiente, esclavo y enajenado en su destino, pasivo y subyugado a un ser cualquiera sea.

Pero, esta no es la verdadera condición del amor, porque el amor es libre y mío, es parte esencial de mí ser, tiene su fuente en un arroyo muy profundo de lo que somos como personas. A quien le sirve de espejo, a veces, una y otra imagen exterior, pero en el fondo es una fuente o una energía que está en nuestro propio ser, y ahí es donde hay que valorarlo.

 

7. El ser

del hombre

 

Por eso, por el amor el maestro nunca dio su última clase, nunca dijo su última palabra y jamás terminó su lección. Es inacabable. Por el amor al maestro la muerte lo sorprendió y siempre quedó en su alforja quizá lo mejor: muchas enseñanzas, sueños, promesas y esperanzas por decir. Y no es una pena que así sea, porque podemos acercarnos a su memoria y a su recuerdo.

 

 

(*)  Tomado de Folios de la Utopía de Danilo Sánchez Lihón.

 

 

Rincón literario de URPI para los que inspiran sus acciones en la lectura.

         Boletín virtual de los sábados.    Descripción: C:\Users\VPCYB20AL\Documents\FOTOS URPI\LOGO URPI.jpg   

No hay comentarios:

Publicar un comentario