El arzobispo de Buenos Aires, el sacerdote jesuita
Jorge Mario Bergoglio de 76 años de edad, fue hoy elegido como el papa 266 y
sucesor de Benedicto XVI, con el nombre de Francisco I.
A las 7 horas y 8 minutos (hora de Roma), las cerca
de 100 mil personas reunidas en la Plaza de San Pedro vieron salir de la chimenea de la Capilla
Sixtina la fumata blanca, señal que los cardenales reunidos en el cónclave
habían elegido al sucesor del papa Joseph Ratzinger.
Este hecho hizo estallar en muestras de júbilo a
los presentes, a pesar de soportar una persistente lluvia.
Cuando la
ventana papal se abrió y el decano protodiácono, el cardenal francés, Jean-Louis
Tauran, proclamó el tradicional “Habemus Papam”, presentando enseguida para
sorpresa de todos, que consideraban favoritos a los cardenales Angelo Scola (Italia) y Odilio Scherer
(Alemania), al arzobispo argentino Bergoglio como el nuevo jefe de Estado de El
Vaticano y guía espiritual de los católicos y las católicas, un sonoro aplauso
resonó en San Pedro.
¿La
razón? Bergoglio será el primer papa argentino, el primer papa latinoamericano
y el primer jesuita en llegar a tan encumbrado cargo.
Francisco
I, que obtuvo los 77 votos exigidos de los 115
cardenales reunidos en cónclave en la quinta votación, tras saludar en
italiano y dar la bendición Urbi et Urbi a la multitud reunida en la Plaza, invitó a
los presentes a orar por Benedicto XVI y los despidió en el mismo idioma,
deseándoles un buen descanso.
Sin embargo, sobre este tipo de designar al Papa
existen voces discrepantes como la de Margarita Pintos de Cea-Naharro, quien en
un artículo publicado por el diario El País de España, dice que “cuando se
convoca a un cónclave, los roles quedan bien definidos, según dicta la
estructura piramidal de la actual iglesia católica: los cardenales, aislados
del mundo y, por tanto, de los problemas que aquejan a la humanidad, escribirán
un nombre tantas veces como sean necesarias hasta que uno alcance la mayoría;
las comunidades cristianas, mientras tanto, deben permanecer en actitud pasiva,
rezando por los jerarcas. Cuando el nuevo Papa sea elegido, toda la iglesia
deberá creer que la voluntad de los cardenales es la voluntad de Dios (Foto:
D.R.)
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