Desde la hora sexta
hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. Cerca de la novena,
Jesús clamó con gran voz, diciendo: “Elí, Elí, ¿lama sabactani?” (que
significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”).
Algunos de los que
estaban allí decían al oírlo:
-
A
Elías llama éste.
Al instante,
corriendo uno de ellos, tomó una esponja, la empapó de vinagre, la puso en una
caña y le dio de beber.
Pero los otros
decían:
-
Deja,
veamos si viene Elías a librarlo.
Pero Jesús habiendo
otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu.
Entonces el velo del
Templo se rasgó en dos, de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se
partieron, los sepulcros se abrieron y muchos cuerpos de santos que habían
dormido, se levantaron; y después que él resucitó, salieron de los sepulcros y
entraron en la santa ciudad y aparecieron a muchos. El centurión y los que
estaban con él custodiando a Jesús, al ver el terremoto y las cosas que habían
sido hechas, llenos de miedo dijeron: “Verdaderamente este era Hijo de Dios”.
Estaban allí muchas
mujeres mirando de lejos, las cuales habían seguido a Jesús desde Galilea,
sirviéndolo. Entre ellas estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo y de
José, y la madre de los hijos de Zebedeo.
(Texto
especial por Semana Santa, fuente: Mateo 27: 45-55. Foto: Sólo por gracia).
No hay comentarios:
Publicar un comentario